Gabriela Sánchez Medina, de la Facultad de Letras de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, ha rastreado durante varios años el papel de las mujeres escritoras y lectoras de la prensa de su región durante el siglo XIX. Entre sus trabajos está una recopilación de escritos durante el Porfiriato, concretamente poemas. “Eso nos habla de que la poesía fue un tipo de discurso que estaba permitido a las mujeres”.

En su opinión, las mujeres de aquella época sí podían escribir poemas por ser un discurso ligado a las emociones, sentimientos y a la idea estereotipada de lo que debe ser una mujer.

“Hasta ahora no he encontrado registro, por lo menos en la etapa del Porfiriato, de mujeres que escribieran sobre política u otros temas. Eso quiere decir que había una cuestión restringida a temas y tipos de discursos para las mujeres. Uno estaba permitido y otro restringido.”

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Sánchez Medina fue la primera participante de las mesas “Mujeres: discursos y poderes” que el cuerpo académico (CA) consolidado Estudios de la Cultura y la Comunicación del Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación (CECC) de la Universidad Veracruzana (UV) realizó el viernes 13 de abril.

Su tema fue “Que todas se porten bien. Códigos de conducta en la prensa del siglo XIX”, e ilustró cómo en esa época aparecían en la prensa una serie de planteamientos para las mujeres solteras y casadas. De éstas, por ejemplo, los códigos indicaban que debía cuidar a su esposo e hijos.

“Son textos que dicen cómo debían ser esas mujeres para que entraran dentro de los esquemas establecidos por la sociedad. Es una mirada construida desde los hombres, porque todos los textos que encontré están escritos por ellos y tratan de formarlas desde afuera, no son ellas mismas las que dicen cómo quieren ser, sino los hombres que les dicen cómo deben ser.”

La académica destacó la importancia de la prensa como objeto de estudio, pues “los periódicos son concentradores de diversos discursos (político, religioso, jurídico)”.

En la primera mesa también se presentaron: “Escribir y reescribir: rituales para vencer el olvido”, por Norma Esther García Meza; “El discurso directo e indirecto en el relato femenino sobre prácticas mágicas”, por Araceli Enríquez Ovando, y “Secretos, chismes y fantasías: acerca de los lazos sociales y la comunicación entre mujeres”, por Soledad de León.

En una segunda mesa se trataron los temas: “Protagonistas de sus vidas. Construcción de autonomía de mujeres de parejas migrantes retornados”, por Arcelia Isbet Suárez Sarmiento; “Las mujeres indígenas como sujetos políticos: construyendo espacios de participación y autonomía desde el entorno familiar y comunitario”, por Claudia Morales Carbajal. Además, “Mujeres indígenas de Angahuan y su perspectiva de mundo a través de la radio comunitaria”, por Alberto Farías, y “Ya hasta sicarias nos dicen… Estigmas de devenir feminista”, por Eréndira Esperón Cervantes.

Al respecto, esta última habló del trabajo de la militancia feminista y lamentó que las alertas de género logradas en los últimos años en la entidad no hayan redituado en un número menor o de cero feminicidios.

“El compromiso de las compañeras militantes siempre implica un esfuerzo extra. Se realizan campañas de sensibilización, manifestaciones, conferencias, círculos de autoconciencia, participaciones en mesas, grupos de trabajo, agendas legislativas, pero esto implica esfuerzos extra de tiempo, disposición y recurso con el fin de levantar la voz por las otras que aún no han podido.”

Es más, para ella “la potencia que mueve a estas mujeres para organizarse y tomar acciones surge de su toma de conciencia sobre la afectación de los cuerpos y el deseo de que ello no se repita con ninguna otra”.

Pero el feminismo contraviene la hegemonía del papel asignado históricamente, por tanto, “para mantener el statu quo se apuesta por el estigma”.

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