Igual que muchos de sus congéneres, el Ficus carica depende de una sola especie, una mini-avispa llamada Blastophaga psenes, para asegurar la polinización. Se trata en realidad de un proceso de intercambio de recompensas: a cambio del transporte del polen, la Blastophaga tiene derecho a poner sus huevos dentro de los higos …pero sólo dentro de los que producen las higueras macho. Éstas de hecho realizan el papel de viveros de avispas con su floración primaveral. Mientras que las higueras femeninas todavía no han entrado en acción, las masculinas dan sus primeros higos del año (éstos son simplemente bolsas de flores). Atraídos por el olor que emiten los higos, los insectos que salen de su letargo invernal acuden para poner los huevos. La primera aportación de la higuera macho a la perpetuación de la especie está garantizada: multiplicar el número de polinizadores durante el verano.
Cuando en la estación cálida las higueras hembra empiezan a florecer produciendo higos, las higueras macho hacen evidentemente lo mismo y se podría decir que no hay más que esperar a que las blastophagas cumplan con su misión de transportadoras de polen. Pero no es tan simple. De los centenares de miles de especies de plantas con flores que existen, el Ficus carica forma parte de unas 7.500 especies que no juegan limpio con sus polinizadores. La higuera hembra no da ninguna recompensa a las avispillas que atrae con su olor. A pesar de aportar el polen no les permite hacer la puesta dentro de los higos, puesto que es el lugar adecuado para su propia fruta. Las blastophagas no pueden penetrar los largos estilos de las diminutas flores femeninas con su corto ovipositor y mueren sin haber depositado sus huevos. No es necesario ser un botánico para darse cuenta que existe un riesgo evolutivo importante para la planta si sólo son las cabrahigueras macho las que practican el mutualismo con el polinizador. El peligro es que las avispas visiten sólo los árboles masculinos e ignoren a los femeninos.
Salvo que … Salvo que los insectos no sean capaces de diferenciar los primeros de los últimos. Se ejerce de hecho una fuerte presión de selección sobre la planta para que el género que no ofrece ninguna recompensa se haga pasar por el que sí la da: en el supuesto que nos ocupa para que la higuera hembra emita un aroma similar al que propaga la higuera macho. Como acaba de demostrar un interesante estudio francés publicado en julio por Ecology Letters, este mimetismo químico existe precisamente en la higuera mediterránea, pero ¡funciona … en la otra dirección! Es la higuera macho la que altera la composición del perfume cuando los árboles hembra producen sus flores. El perfume que emite en verano es significativamente diferente al de la primavera y se asemeja al olor de las hembras. Con los olores mezclados las blastophagas son incapaces de distinguir el sexo de los higos y visitarán los dos sexos, lo cual garantiza la polinización.
El estudio no sólo ha demostrado las modificaciones químicas de estos olores, sino que también ha verificado que los insectos son sensibles a ellos mediante la técnica de electroantenografía. Ésta consiste en medir la respuesta eléctrica de la antena del insecto cuando se expone a los componentes de la fragancia. Para conseguirlo se tiene que colocar un electrodo en la antena y otro en el cuerpo del insecto, lo cual resultó particularmente difícil en el caso de la Blastophaga porque en esta mini-avispa sólo 3 milímetros separan el extremo de la antena del otro extremo del cuerpo.
Al final de la historia vemos hasta qué punto la higuera macho invierte su rol en la reproducción y en las “tareas domésticas”. Después de haber dado alojamiento a las blastophagas, acaba engañándolas … pero también gratificándolas. De hecho, será en los higos de verano de la cabrahiguera macho donde pondrán los huevos de los que saldrá la generación de avispas de la siguiente primavera. Ya de por si fascinantes, las relaciones entre plantas e insectos logran con este curioso caso de mimetismo químico un increíble nivel de complejidad.