La obra “El triunfo de la Muerte”, de Pieter Bruegel el Viejo, fue presentada hoy en el Museo del Prado tras haber tenido uno de los procesos más importantes de restauración, lo que le ha permitido recuperar su estabilidad estructural y su verdadero colorido.

Asimismo, su composición y su técnica pictórica de fuerte personalidad que con movimientos precisos de pincel consigue transparencia en los fondos y prodigiosa nitidez en los primeros planos.

La obra fue intervenida en uno de los procesos más importantes de restauración que ha llevado a cabo durante el último año el Museo del Prado dentro del programa patrocinado por la Fundación Iberdrola España como miembro Protector del mismo.

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La obra, procedente de la Colección Real, fue hasta 2011, fecha en la que ingresó en el Museo del Prado “El vino de la fiesta de San Martín”, la única pintura del artista que se conservaba en España.

Se trata de una obra moralizante que muestra el triunfo de la muerte sobre las cosas mundanas, reproduciendo un tema habitual en la literatura del medievo e influenciado por el Bosco.

La intervención sobre esta excepcional obra fue realizada por María Antonia López de Asiain (capa pictórica) y José de la Fuente (soporte).

En el proceso de restauración, los cuatro paneles horizontales de roble sobre los que está pintada la obra fueron rebajados, en un momento desconocido, para aplanarla y reforzarla con un sistema de engatillado que impedía cualquier movimiento natural de la madera.

Durante el rebaje del soporte a su grosor actual, entre 6 y 8 milímetros, los cuatro paneles que conforman la obra fueron separados y vueltos a unir.

En su adhesión los cantos internos fueron cepillados llevándose consigo parte de la pintura, agresión que se nota sobre todo en los elementos y figuras diagonales de la película pictórica.

La unión entre los paneles no se niveló bien y para subsanarlo se cubrieron las inmediaciones con estucos y repintes que ocultaron parte del original.

En esta separación, además, el panel superior sufrió un accidente que le produjo varias grietas de un extremo a otro.

Dado el estado de conservación del soporte, en esta intervención se eliminó el engatillado para liberar así el movimiento natural de la madera y se nivelaron las grietas y los paneles, llegando a separar el panel superior para equilibrarlo correctamente en el plano.

Una vez acabada la restauración de grietas y uniones se construyó un soporte secundario -un bastidor de madera de haya- con la forma exacta de la curvatura que la obra adoptó una vez liberada del engatillado para darle estabilidad respetando sus movimientos higroscópicos.

La pintura, concienzuda desde su concepción en dibujo hasta el perfilado final de los detalles, se encontraba oculta bajo gran cantidad de repintes de diferentes restauraciones que, después, fueron enmascarados por barnices coloreados para procurarle unidad, transformando completamente su imagen en ocre, casi monocroma.

La obra requirió una limpieza completa que se vio dificultada por la sutileza de la tenue capa de pintura original frente al grosor y dureza de los repintes.

Retirando el repinte general se eliminó el velo cálido añadido por anteriores restauraciones y se descubrieron detalles de pintura original antes ocultos.

Experimentó un cambio de tonalidad general, recuperó los nítidos tonos azules y rojos que la caracterizan y se restableció la complejidad de su composición y la profundidad del paisaje.

Gracias al apoyo de la reflectografía infrarroja y de copias realizadas por hijos del autor empleando el mismo cartón, fue posible la reintegración correcta de pequeños elementos perdidos inventados en tratamientos anteriores con una reconstrucción errónea.

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