Elena Poniatowska

En 2006, Jesusa Rodríguez ordenó a su equipo de jóvenes actores de Resistencia Creativa comprar rollos de papel kraft, Resistol y pintura, y todos sus miembros nos propusimos envolver el edificio de Banamex (antiguo Palacio de Iturbide), en la calle de Madero, como un suntuoso regalo de Navidad. Jesusa me pidió pararme en la puerta de Banamex y decir sonriente a cada empleado que aparecía corriendo con su angustia de llegar tarde: “No se preocupe, se puede ir a su casa. Hoy usted no va a trabajar”. Ninguno dudó de nuestra súbita e insólita autoridad ni de nuestra festiva presencia que cambiaba la soledad de la calle de Madero, y yo me puse feliz porque nunca fui tan popular.

Envolver a Banamex, el banco más antiguo del país, valuado en 64 millones de dólares, con papel estraza fue un acto que envidiaría cualquier vendedora que adorna regalos de Navidad. El edificio de tezontle de admirables proporciones quedó como niño nuevo cubierto con moños y hojas de papel a lo largo y a lo ancho. No fue tan fácil lograrlo, vaciamos varias tlapalerías. Oí a un chavo explicar contento por su celular: “Mamá, fíjate que tomamos Banamex”.

Los jóvenes aderezaron también el edificio corporativo, el de los directivos y las oficinas de atención al cliente. Un motociclista de Telmex, número 21 GAT, uniformado de azul rey, el color de su motocicleta, se quedó de mirón, mejor dicho, de observador. Una jovencita preguntó a Jesusa Rodríguez: “¿Hasta qué hora nos vamos a quedar?”, y la actriz (senadora suplente de Olga Sánchez Cordero) tomó su magnavoz para informar a su equipo: “Vamos a estar aquí hasta que nos vayamos”. A su vez los desafió: “¿Ustedes se van a cansar?” El “¡nooooo!” resonó hasta el Zócalo.

Todo esto que parece película de Fellini sucedió en 2006. Ahora, en enero de 2022, Banamex está nuevamente en venta y me invade el mismo sentimiento de asombro. Entonces recuerdo que Miguel Sánchez, vestido de overol, me informó mientras nos manifestábamos: “Voy a ajustar los 89 años, soy analfabeta. Si acaso me llegaran a matar, no me importaría, porque soy huérfano y pertenezco a la Revolución”. Hablaba de la Revolución Blanca, movimiento de la tercera edad que se agrupaba todos los miércoles en el Zócalo.

Hace años que no se reúnen.

¿Qué está sucediendo ahora? Banamex ya no conviene a Citigroup y anuncia su venta. ¿Quién puede comprarlo? Mi gurú Zepeda Patterson escribe: “Ningún banco privado en México carga frente a la opinión pública nacional el peso simbólico que representa este banco.”

–¿Dónde tienes tu lana? –me preguntó Jesusa.

–En Banamex de Miguel Ángel de Quevedo y avenida Universidad.

–Cámbialos a Banorte –exclamó.

¿Recuerdan, mis pacientes lectores, el avión presidencial Boeing 747-200B del que ya nadie habla? ¿Podríamos comprarlo entre todos los mexicanos? Si ya no oímos hablar del avión, ¿cuál va a ser el destino de la extraordinaria colección de arte mexicano de Banamex? ¿Qué pensaría Carlos Pellicer, recientemente homenajeado, de lo que le sucede a nuestro país? Pellicer solía exclamar: “¡Qué pavooor!”, con su voz catedralicia ante cada cataclismo. ¿Qué exclamaría ahora?

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Dice Jesusa que su sueño dorado sería que Banamex perteneciera al Estado mexicano, como antes. Por de pronto, el espléndido edificio es parte del patrimonio artístico de México, la gruta de Alí Babá, el Tesoro de Moctezuma, el cofre que rebosa perlas y diamantes y resguarda millones de dólares en objetos de arte.

–¿Tú tienes 64 millones de dólares, Elena? Yo nomás tengo 60; tú, que eres medio codinche, pon cuatro. A lo mejor habría una manera de que lo pagáramos como impuestos y convertirlo en un legado a la nación; eso tendría que verlo la Secretaría de Hacienda. Marcelo Ebrard también pidió que el acervo de Banamex fuera patrimonio de la nación en 2001, como hace ahora, porque no podemos correr el riesgo de perderlo.

“En 2016 tomamos dos edificios de Banamex, el antiguo y el moderno. Luego envolvimos 15 edificios en 15 días. Yo te invité el día que fuimos a Banamex, pero antes habíamos envuelto las sedes de Sabritas, Mexicana de Aviación, el Consejo Coordinador Empresarial, la Bolsa Mexicana de Valores y el centro comercial Antara. Tú me acompañaste también a Santa Fe, pero allá no corrimos ningún peligro, al contrario, nos vieron con simpatía.”

¿Banamex fue el único lugar al que entonces acudió la policía? En 2006, Marcelo Ebrard encabezaba la Secretaría de Seguridad Pública y la policía nos trató bien. Sólo nos preguntó a qué hora nos íbamos, porque no le hacíamos bien a la imagen del gobierno. ¿Nosotros o el papel estraza?

–Jesusa, en el Banamex en la calle de Madero sentí que a la gente le estábamos cayendo muy bien. Tú me dijiste: “Párate en la puerta y diles: ‘Hoy es día libre, váyase’”, y se iban supercontentos. A lo mejor ahora podemos encontrar una salida. López Obrador dijo que Ricardo Salinas Pliego podría estar interesado en comprar Banamex.

–Pero Salinas Pliego es el usurero más usurero de todos los usureros de este país, que le ha sacado dinero a la gente más pobre. Con sus tiendas de Elektra, lo que ha hecho es hacerse rico esquilmando a los que nada tienen. La gente manda sus remesas de Estados Unidos por medio de Elektra. Llega la señora por su dinero y la convencen: “Mejor llévese una licuadora”. Las tiendas de Salinas Pliego son las tiendas de raya de la modernidad y él debe al pueblo de México 40 mil millones de pesos que el SAT tiene que cobrarle.

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