El escritor peruano Rafael Dumett cree en el “poder de la palabra” para la “transformación individual” aunque duda de su capacidad para remover conciencias a nivel social y lamenta que “aprendamos o no las lecciones” que nos da la historia, esta se sigue repitiendo.

En una entrevista con EFE en Madrid, donde esta semana promocionó su novela ‘El camarada Jorge y el drágon’, el peruano hace un análisis del momento actual que atraviesan muchos países y de las similitudes que ve con las décadas anteriores, en las que se encuadra el protagonista de su libro, su compatriota Eudocio Ravines, difusor del estalinismo en América Latina que después renegó de él y colaboró con Estados Unidos.

“Creo en el poder de la palabra como medio de transformación individual, creo que una historia bien contada puede curarte de cosas, pero al mismo tiempo dudo de la capacidad de transformación social ‘per se’ de un libro”, reflexiona el autor de la también novela histórica ‘El espía del Inca’, un superventas en su país.

El peruano compara el momento actual y se fija en la disputa electoral estadounidense, la guerra en Ucrania o la inestabilidad política en algunos países de América Latina y extrae conclusiones: “Al parecer, la historia se repite más allá de que aprendamos o no lecciones de ella”.

“No sé si es un acto de desesperanza decir que, a pesar de que los escritores advierten sobre ellas, que narran los hechos, tendremos que repetir las mismas cosas una y otra vez. Yo, con lo que está ocurriendo en Europa, en Estados Unidos, en Latinoamérica, a veces tengo la impresión de estar viviendo en fines de la década del 20, del 30 del siglo pasado, justamente un poquito antes del ascenso real de los fascismos que condujo a la Segunda Guerra Mundial”, señala.

Cómo escribir sobre historia en los tiempos de la inmediatez

Dumett explica que cuando escribe novelas históricas, en las que tiene que invertir una gran cantidad de tiempo de investigación, “opera” como lo haría consigo mismo: “me fascinan las buenas historias, me capturan las cosas interesantes. Me llama la atención descubrir algo que no sabía entonces. Básicamente el acto que hago yo es muy básico, comparto aquello que me llama la atención, que me parece interesante”.

En ese sentido, trata de “buscar un ángulo inusual” que le seduzca a él mismo y encuentra personajes “que están ahí no porque tengan valor en la historia” sino “porque son fascinantes, porque las cosas que nos cuentan de repente es algo que no te esperabas, que no sabías”.

También le sucede que relatos en los que trabaja “se parecen misteriosamente al presente”: “Es fascinante ver, agarrarte de cualquier cosa que pueda, digamos, atraer tu propia atención”.

Confiar en el lector

A su juicio, se trata de “confiar en el lector”, “en lo que le interese y le guste”: “Si tú realmente eres capaz de articular una ficción, aquello que te llama, te gusta, si básicamente estás haciendo ese ejercicio, sospecho que el lector va a retribuir de la misma manera”.

Así, espera que los lectores de cualquier género, no solo del histórico, puedan disfrutar de la misma manera de un texto ya que no cree que “el discurso de la narrativa histórica sea más interesante que la novela de ciencia ficción”, en la que también querría incursionar en el futuro, según dice.

“No pienso que nos tengamos que volcar a leer novelas históricas para reflexionar sobre nuestro pasado y tratar de que no se repita. Tú tienes que leer aquellas cosas que te fascinan, que te llaman la atención, que te dan curiosidad, que te alimentan, si eso te ocurre con un libro mío, enhorabuena. Si te pasa con una novela romántica, enhorabuena también. O si te pasa que te ocurre con una novela de ciencia ficción, también”, añade.

EFE

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