Luis Hedo/Zenda
Siempre que pienso en la filosofía —más allá de mis recuerdos escolares o mis lecturas sobre el tema—, aparece en mi mente una imagen: una celda. En su interior, un hombre está sentado. No grita, no forcejea. Tiene el rostro inclinado, el gesto apagado. Está encerrado. La celda no es solo de hierro y piedra; es también mental. Y frente a ella, dos caminos se abren: uno lleva a una ventana, el otro a una llave. La psicología —como esa ventana— permite asomarse al paisaje. Nos muestra el mundo, nos recuerda que hay algo más allá de los barrotes. Es una forma de alivio, de perspectiva. Pero no abre la puerta. La filosofía, en cambio, no siempre consuela. A veces incomoda, a veces duele. Pero ofrece algo más radical: la posibilidad de encontrar la llave. No promete paisajes, sino salida. No decora la celda: la cuestiona. Y al hacerlo, abre la puerta. Sin pretender ensalzar una disciplina sobre la otra, esta imagen que vi hace años y que hoy pinto con palabras intenta mostrar que la filosofía siempre ha sido un camino hacia la liberación.
En el decimosexto episodio de Books&People conversamos con alguien que entiende con claridad esta imagen: Rafael Narbona, escritor, filósofo y crítico literario. Un filósofo que impartía clases en la enseñanza secundaria que ha hecho de la palabra un lugar para abrir cerraduras. Colaborador habitual en medios como El Cultural, Revista de Libros, Zenda, entre otros, y autor de ocho libros, Rafael es una voz imprescindible en el diálogo entre pensamiento y vida.
En nuestra conversación, casi como si diéramos una vuelta caricaturizada al mito de la caverna de Platón a través de esa celda metafórica, Rafael me confirmó algo que intuía: la filosofía, lejos de ser una carga triste o nihilista, también puede ser un camino hacia la alegría. No una felicidad ingenua, sino una conquista lúcida. Una salida.
En su libro Maestros de la felicidad nos entrega una llave: no mágica, pero sí poderosa. Una que permite entender —aunque sea un poco mejor— cómo el pensamiento puede abrir puertas. Cómo la filosofía, cuando se toma en serio, no solo ayuda a mirar, sino a cruzar el umbral. Aunque momentos duros de su vida le hicieron sentirse desbordado por el sufrimiento, la escritura fue una forma de liberación. Una manera de rebelarse contra el dolor. Otra llave. Rafael nos lo cuenta con un símil acertado: cuando los alpinistas superan los 8.000 metros de altura, y la situación se vuelve crítica y peligrosa, usan las botellas de oxígeno para sobrevivir. Para él la escritura ha sido la herramienta que hace sobrellevar ese estado de hipoxia. En la conversación, íntima y valiente, Rafael recuerda: “La experiencia trágica del sufrimiento me impulsó a escribir, y escribir no se transformó simplemente en una actividad, sino que ha sido mi tabla de salvación.”
Su último libro, Elogio del amor, es un canto a la vida, una defensa del amor como fuerza vital, tan necesario como el aire. Rafael es una persona entrañable. Sus ojos revelan a una persona lúcida y sensible, que no olvida agradecer a toda la gente que está presente en su vida y que de alguna manera le ayudan en su creación literaria. Rafael lo expresa con sus propias palabras: “Somos el producto de un conjunto de cosas. Es decir, el humano no brota de la nada”.
Vean el decimosexto episodio de Books&People, con Rafael Narbona, y déjense llevar por una conversación que nos invita a ver el pensamiento como una forma de resistencia, una manera de habitar el mundo —pese al dolor y la furia— con optimismo y felicidad.