El rebozo es más que una prenda femenina de diversos usos, pues además de abrigar o servir para cargar bebés u objetos,  funge como un lienzo en el que artesanos de diferentes partes de la República Mexicana plasman sus orígenes, tradiciones y herencias.

La joven Sandra López, quien borda desde los 12 años, contó que en esos trabajos refleja las tradiciones más arraigadas de sus comunidades, en este caso de Michoacán, ya que es originaria de Santa Cruz, municipio Tzintzuntzan.

La artesana exhibe con orgullo un rebozo de 25 mil pesos que mide 2.20 metros de largo y tiene bordados de la típica boda ranchera, el Domingo de Ramos, los pescadores del Lago de Pátzcuaro, el Día de Muertos, así como la Danza de los Viejitos, que es la tarjeta de presentación del estado, y la de El Torito.

En tanto su tía, la maestra artesana Bertha Servín Barragán, de 62 años y quien borda desde los 13, comentó que en cada cuadro del rebozo platica sus historias y orígenes purépechas para que no se pierdan las tradiciones.

“Casi siempre se hace en una casa donde está una familia completa para que participe la suegra, la hija y la nuera; se hace por pedazos, que lo elabore una sola persona es casi imposible porque terminamos ‘enjaquecadas’ y no queremos saber nada de bordado, entonces nos apoyamos así”, explicó Sandra.

En la elaboración de esa pieza, ganadora del primer lugar en un concurso, la familia se tardó año y medio, porque al ser tan cansadas de realizar las dejan de lado unos días y comienzan a realizar una más comercial.

Sandra detalló que las piezas grandes no las hacen tan seguido porque además de ser muy cansado, son muy caras y tardan en venderse, por ejemplo, la que muestra alcanza un precio de 25 mil pesos.

Sin embargo, más que para usarse como prenda, porque también pesa, es digna de enmarcarse y colgarse en la pared de la casa.

Bertha Servín, quien además es una de las iniciadoras de los bordados e incluso  forma parte del libro “Tesoros vivos de Michoacán”, en el que participan grandes maestros de la entidad, abundó que los precios varían según el trabajo y que el más bajo es de dos mil pesos.

También cuentan con premios nacionales como internacionales. Incluso Bertha platicó que acaba de conseguir un galardón en Estados Unidos y que el rebozo es una prenda bien valorada en el extranjero.

Otra artesana michoacana es Juana Bravo Lázaro, originaria de Angagua, municipio de Uruapan, quien elabora uno en telar de cintura, original de la meseta purépecha.

“Es hecho a mano totalmente y los elaboramos todos los días, tengo un grupito que se llama Santiago Angagua y las mujeres trabajamos en un taller”, explicó sobre el oficio que realiza desde los 12 años, ya que observaba cómo trabajaban sus abuelas y también quiso dedicarse a ello.

“Todo brocado se tarda como dos meses, aunque depende el material, tenemos diferentes precios y diferentes hilos, depende del hilo, tenemos fino, económico, lana natural, lana delgada y gruesa”, mencionó.

Juana expone que el más económico es el tradicional de acrilán, que ronda en 800 pesos y, en contraste, el más caro es de unos dos mil 800, que lleva dos hilos, uno de algodón y un brocado de lana, y en cuya elaboración lo más complicado es la puntada.

Los colores que usan son los que no se despintan, por ello también se eleva su precio, y compartió que los adquieren en la capital mexicana y otros en Pátzcuaro y Uruapan, ya que la mayoría de las mujeres buscan hilo fino, y son precisamente éstas quienes usan el rebozo, sobre todo el de lana, que es ideal para el frío.

A su vez María del Rosario Figueroa Alfonso, de Comitán de Domínguez, Chiapas, indica que el que elaboran en su poblado es de colores, es más elegante y original. Su marca es Chiapas obtenida por calidad y se hace con artisena, algodón y pinturas anglinas de alta concentración.

“Es muy laborioso, se sienta uno desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche, trabajando los flecos, hilvanando los colores, hay que pasarlos en carrizo para que se vayan al telar y de ahí a una lanzadera, y sale la punta de la artisela para hacer la tela”, platicó.

La artesana detalló que usan tanto los pies como las manos para trabajar, y para engomar la cuerda del torno emplean cera cantú, que es de color negro y se obtiene de las abejas, lo que hace que no se reviente y dure más.

“Hemos dejado de trabajar porque no hay salida del rebozo, necesitamos estas invitaciones para que podamos seguir trabajando sino esto se va a acabar, esto es un rebozo de hace 90 años que lo empezamos a trabajar”, detalla en cuanto a la reciente feria “Tápame con tu rebozo”, en la que participó en el Museo Nacional de las Culturas Populares, en Coyoacán.

María del Rosario aprendió a tejer con su suegra y lleva 45 años haciendo eso. Confesó que lo que más le gusta es que es un trabajo muy limpio, porque antes de sentarse a realizarlo no se debe tener nada en las manos para poder hacer los flecos que resultan lo más complicado.

“Los costos van de dos mil 500 pesos, un multicolor, mientras que un blanco o brocado está en dos mil pesos, aunque también hay de metro y medio de largo por 45 de ancho, a 600 pesos. El rebozo normal tiene dos metros de largo, más el fleco, y 70 centímetros de ancho”, detalló.

Aunque actualmente participan los hombres en esta labor, la artesana Bertha Servín consideró que sigue siendo labor principal de las mujeres y niñas, incluso en su comunidad tienen una escuelita donde acuden para aprender a dibujar y bordar, ya que no fácil.

Ejemplo de uno de los hombres dedicados a esa actividad es Juan Ixtacatl, de Puebla, municipio de Pahuatlán, pueblo Atla, cuyas prendas destacan por el bordado que traen, que también aplican en blusas cuellos V y blusas de manta y popelina, así como en huipiles.

“Nosotros hacemos diferentes bordados por la cultura de nosotros, por ejemplo, hacemos las grecas, o los guajolotes que tienen que ver con el Día de Muertos, porque en Todos Santos hacen mole y matan puro guajolote en ese entonces, no se come otra cosa, es la tradición”, narró.

También vienen con bordados en forma de venados, ya que le van variando para que se venda más rápido el producto, principalmente con motivos de animales y flores. El costo en manta es de 400 pesos y en tela lino o fina en 700 pesos.

“Es más complicado bordar el pepenado que el telar, que es donde se ve el hilo, las figuras, y el pepenado se ve la tela; en una semana termino el bordado de un rebozo, tengo 27 años elaborado esta artesanía textil, por lo regular lo hacen más las mujeres porque ellas se dedican a esto, pero hay quienes tienen otro trabajo”, comentó.

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