“Bien empieza la semana para quien es reconocido en lunes” y así ocurrió con Federico Campbell este 15 de febrero, al cumplirse el séptimo aniversario de su muerte, durante el homenaje organizado en su memoria por el Centro Cultural Tijuana, organismo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Sensible, meritorio y afable resultó el homenaje ofrecido al escritor, periodista, traductor y editor, labor esta última que desplegó con sobrada generosidad, según reconocieron Juan Villoro, Rosina Conde y Adolfo Castañón, quienes vieron publicados sus primeros textos en La Máquina de Escribir, editorial fundada y financiada por Campbell, acompañados por el fotógrafo Rogelio Cuéllar, amigo cercano del narrador tijuanense.

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En la presentación del homenaje celebrado en sesión electrónica, la directora general del Cecut, Vianka Robles Santana, definió a Campbell como “uno de los escritores más entrañables de México, no sólo por la fascinante lucidez impresa en toda su obra, sino también por su profunda generosidad”.

Afirmó que “una de las grandes aportaciones de Campbell al desarrollo cultural y artístico lo constituye haber fundado en 1977 La Máquina de Escribir, un visionario proyecto editorial independiente que publicó a autores que a la vuelta de los años se convirtieron en imprescindibles de la literatura mexicana”.

La poeta y narradora Rosina Conde Zambada, a quien Campbell auspició para publicar “Poemas de seducción” en 1982, destacó también la actitud desprendida del autor de “Transpeninsular”, quien “no sólo era generoso en recomendarte en las editoriales o publicar tus textos en suplementos, sino también en invitarte a comer”, relató, “el era muy amigo de Juan Rulfo y todos los días tomaban café a las 5 de la tarde, Federico me llevaba con él y ahí estaba yo sentada, escuchándolos platicar”.

Rosina Conde describió también la meticulosa tarea que en su calidad de divulgador de plumas noveles realizaba Campbell: “tenía una lista de correos muy amplia, metía en un sobre los cuadernillos de La Máquina de Escribir con nuestros textos, les ponía una estampilla, escribía la dirección y los enviaba por correo postal”.

Una serie de fotografías tomadas por Rogelio Cuéllar se mostraron durante el homenaje; “tengo el privilegio de haber sido fotógrafo de su boda cuando se casó con Carmen Gaitán”, afirmó quien fuera también compañero de trabajo de Campbell en la revista Proceso.

Juntos, el fotógrafo y Jaime Cháidez Bonilla, coordinador de Contenidos y Memoria del Cecut, quien moderó el conversatorio, revelaron al público que el nombre de la editorial tuvo su origen en la máquina de escribir que doña Carmen Quiroz de Campbell le regalara a su hijo al descubrir en él la vocación periodística.

Adolfo Castañón, quien publicó su libro “Fuera del aire” en 1977 en el sello editorial fundado por Campbell, evocó: “Él se paseaba de manera campechana, casual, generosa, hilvanando la conversación y comentando el aquí, con el allá, el tú con el usted, y haciendo de esa mezcla algo muy hermoso y habitable que era La Máquina de Escribir, un espacio de conversación, donde la literatura mexicana de cierto momento encontró su cronotopo”, es decir, una unidad de tiempo-lugar.

En ese sentido, La Máquina de Escribir congregó a una cierta literatura mexicana de finales de los años 70 y 80, “donde conviven y convergen muchos integrantes de nuestra generación”, sostuvo Castañón.

Juan Villoro, ganador entre otros del Premio Xavier Villaurrutia 1999, consiguió gracias a Federico Campbell que su primera publicación viera la luz, desde entonces “El Mariscal de campo” de 1978 se convirtió en su talismán.

“La vida y la obra de Federico Campbell son difíciles de resumir en unas cuantas palabras, porque fue un escritor múltiple”, afirmó Villoro al señalar que “en Federico tenemos la suma de virtudes a las que debería aspirar todo intelectual: una conciencia crítica que sabía entender las realidades duras del país, que se adelantó a hacer diagnósticos muy importantes sobre la relación entre los discursos, el lenguaje y la cultura, la corrupción y la violencia”.

Agregó que el escritor tijuanense “era un fabulador notable y además un colega excepcional siempre dispuesto a entender que los demás también son interesantes; la mayoría de los escritores quisieran ser los únicos en el mundo y que cuando se hablara de un novelista, de un cuentista o de un cronista, se hablara de ellos”, pero Federico pertenecía a otro tipo de escritor.

Asertivo, describió a quien considera maestro, amigo y guía: “Federico Campbell perteneció a la escasa y maravillosa estirpe de quienes piensan que los demás también escriben cosas interesantes, nunca dejaremos de agradecer su generosidad”, dijo Villoro antes de que otra tanda de fotos mostrara al homenajeado en distintos momentos de su vida, captados tanto en la Ciudad de México, como en la Tijuana-Ítaca, a la que siempre gustaba regresar.

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