La historiadora Rebeca Monroy Nasr recupera el caso de María Teresa de Landa, la primera Señorita México, que en 1929 fue juzgada por asesinar al que creía su esposo, el militar Moisés Vidal.
Al seguir los pasos de esa mujer, juzgada como “viuda negra”, Monroy Nasr retrató la contradictoria sociedad mexicana de los años veintes, debatida entre la mojigatería y la liberalidad, entre lo civil y lo militar, el restablecimiento del orden legal y el uso de las armas.
La publicación “María Teresa de Landa: una Miss que no vio el universo”, editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), condensa 10 años de investigación sobre un juicio que se ventiló por altavoces dispuestos en la calle Humboldt y la avenida Juárez, el último del siglo XX en tener un jurado popular.
La autora explicó que aunque existieron casos célebres de autoviudas como Magdalena Jurado, Alicia Olvera, Luz González, María del Pilar Moreno y Nydia Camargo Rubín; el de María Teresa de Landa, de 18 años, fue paradigmático en la medida que su delito partió del honor ofendido.
“En este libro intento mostrar el entramado entre las notas y las fotografías publicadas hace casi 90 años, con la historia de vida de esta mujer.
“A partir de ahí observamos el cambio en la corporeidad de María Teresa de Landa, por un lado, está la Miss México de postura segura y mirada magnética, y durante el juicio vemos a una joven con instantes de quebranto, pese a que necesitaba mostrarse firme y seductora”, indicó.
Refirió que durante el proceso se intentó menoscabar su moral, aludiendo a cuestiones insulsas e infundadas, por ejemplo si había concursado en traje de baño o sostenido una relación extraconyugal con Vidal.
El estudio de Rebeca Monroy resarce la figura de María Teresa de Landa por encima del carácter de víctima, pues sobrellevó su tristeza y sobrevivió al hecho 63 años. Dio clases en la Universidad Nacional Autónoma de México, en las preparatorias 1, 3 y 5, de historia, ética y filosofía, entre otras materias.
También obtuvo grado de licenciatura, maestría y se doctoró cum laude en 1947 con una tesis sobre Charles Baudelaire (antes lo había hecho en torno a Anatole France). Logró traspasar sus propias fronteras y avanzó para resolver con el estudio y la academia, una situación que la marcó de por vida.