Quien alguna vez haya paseado por un pinar quizás haya visto unos curiosos cuencos enganchados en el tronco de los árboles. Son los potes, colocados allí para la recolección de la resina o miera. El aroma que desprende este compuesto resbalando por el tronco es muy fuerte, es ese clásico ‘olor a bosque’ muy característico en ciertas zonas.

El proceso de resinado conlleva varios pasos: “Lo primero es preparar el pino: hay que alisarlo y dejar un espesor de corteza más fino, porque posteriormente se le harán incisiones para extraer la resina”, nos explica Guillermo Arranz, vicepresidente de la Asociación Nacional de Resineros, ingeniero técnico forestal y resinero. “Después se clava una chapa recolectora que se denomina grapa y se engancha el pote o aparato recolector. Entonces llega el momento de practicar las incisiones que originan el exudado de resina. Cuando los potes se llenan, los vertemos en unos carros que, a su vez, se llevan a otro recipiente más grande que al final acaba en bidones de unos doscientos kilos”, nos explica este trabajador.

Hubo un tiempo, en la década de los 90, en el que se dejó de resinar, y los potes desaparecieron. Y es que la producción en China y Brasil no dejaba de crecer, por lo que la competencia se hizo tan fuerte que varios países salieron del negocio, por ejemplo en Europa, se abandonaron los planes de investigación y los programas nacionales para el sector. El oficio del resinado parecía entonces abocado a la extinción, y muchos pensaron que las herramientas y métodos empleados durante generaciones pasarían a formar parte de los museos etnográficos como recuerdo de una profesión tradicional del pasado.

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Resina natural vs. petróleo

La competencia con otros mercados no fue el único detonante de la crisis de la resina. Para entender mejor lo que sucedió, es necesario hablar de las aplicaciones de la resina o miera. De su primera destilación se obtienen dos productos: la colofonia y el aguarrás, ambos muy importantes en la industria química para la fabricación de productos diversos como pinturas, tintas, disolventes, perfumes, aromatizantes, envases plásticos, jabones e incluso neumáticos.

“La competencia entre los derivados del petróleo y los derivados de las resinas naturales empezó desde el mismo momento en que los dos sectores comenzaron a desarrollarse industrialmente a principios del siglo XIX”, nos explica Juan Luis Delgado, investigador en la Universidad Nacional Autónoma de México y cuya tesis, realizada en la Universidad Autónoma de Madrid, se centró en la historia tecnológica del sector resinero. “Tanto los derivados de la resina de pino como los del petróleo son hidrocarburos: los primeros de origen vegetal y los segundos de origen mineral. De tal manera, por su composición físico-química, se podían utilizar casi en las mismas aplicaciones, aunque no con los mismos resultados, pues en ocasiones era mejor utilizar los de origen vegetal y en otros los de origen mineral, según la aplicación”.

Como nos explica el experto, el avance de la petroquímica hizo que los derivados del petróleo fueran sustituyendo algunos usos del aguarrás y la colofonia de la resina de pino. Al ser productos sintéticos, resultaba más fácil controlar su calidad en el laboratorio frente a los obtenidos de resinas naturales, más variables según aspectos como el clima, la fecha de recolección, la especie de pino de la que procedía, o el método de destilación.

El renacer de la resina

Sin embargo, a partir de la primera década del siglo XXI, la producción en China empezó a caer por diferentes motivos y el mercado en Europa entró en una nueva fase. Desde entonces se han reactivado los planes de apoyo resinación y en 2011, por ejemplo, se constituyó la Mesa de la Resina de Castilla y León en España para reunir los esfuerzos de propietarios forestales públicos y privados, industria, resineros y administración.

Un auge que coincide, además, con la crisis del petróleo. Nos encontramos en un contexto de cambio climático y de transición hacia economías más sostenibles que puedan prescindir de los hidrocarburos de origen mineral. El petróleo, dicen, tiene los días contados, y tanto la sociedad como la industria cada vez demandan más productos de origen sostenible y renovable.

Un oficio que cuida de los bosques

No todas las resinas naturales provienen de una gestión forestal sostenible. “En China, por ejemplo, muchas veces tienen que cortar todos los pinos a los cinco o diez años de explotación debido a la resinación abusiva, esto tiene un impacto ambiental tremendo”, nos aclara Arranz. En otros sitios se resina hasta los quince años, se corta, y se vuelven a plantar pinos.

La sostenibilidad no es el único valor añadido de la resina que se extrae en nuestros bosques. El abandono del resinado y de otros trabajos forestales en los pinares hace que aumente tanto la probabilidad de que se extiendan plagas como el riesgo de incendios, un problema grave ahora que sufrimos veranos cada vez más calurosos. La extracción de resina es un trabajo temporal que empieza en torno al mes de marzo y finaliza en otoño, con lo que la presencia de los resineros en el monte coincide con la época de máximo peligro.

El resinero también nos explica que, de la cuota que pagan por explotar cada pino, un 15% se dedica a un fondo de mejoras, gestionado por el servicio territorial de cada comunidad autónoma, que sirve, entre otras cosas, para realizar otras labores como la limpieza de montes.

La selvicultura resinera también proporciona otros beneficios de carácter ecológico en los que habitualmente no se piensa: son los llamados servicios ecosistémicos, que incluyen la regulación y purificación del agua, la regulación climática, o los valores turísticos, recreativos y culturales entre otros. Un trabajo realizado por investigadores del INIA (Madrid), y presentado en el III Simposio Internacional de Resinas Naturales de Coca (Segovia) en 2013 concluía que se trata de una actividad sostenible, que no perjudica a la flora y que además mantiene servicios de los ecosistemas. “La práctica de la resinación no supone ninguna merma en la riqueza de plantas vasculares y sí que contribuye a otros factores de sostenibilidad como son la protección contra los incendios o la fijación de población rural mediante el empleo forestal”, indica el artículo.

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