Truman Streckfus Persons fue un influyente escritor y figura literaria de Estados Unidos en el siglo XX. Nació el 30 de septiembre de 1924 en Nueva Orleans y falleció el 25 de agosto de 1984 en Los Ángeles. 

A los dieciocho años comenzó a trabajar en el periódico New Yorker, y tres años después publicó su relato “Miriam”, que fue incluido en el volumen de cuentos premiados con el O’Henry en 1946. Colaboró con revistas como The Atlantic Monthly y Harper’s Bazaar. Tras sus viajes por Europa, en 1958 publicó su novela “Desayuno en Tiffany’s”, que fue adaptada al cine. 

Tiempo después, su interés por el periodismo lo llevó al ámbito de la investigación periodística, cuando leyó un artículo en The New York Times sobre el asesinato de la familia Clutter en Kansas. Movido por la curiosidad, Capote investigó el caso, entrevistando a los conocidos de la familia, a los agentes a cargo, así como a los culpables. El resultado fue “A sangre fría” (1965), obra pionera del género de la non-fiction novel. Este trabajo lo consagró como uno de los precursores del nuevo periodismo, fusionando realidad y ficción.

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Era tal su personalidad, tan talentosa su brillantez, tan chispeante su mordacidad, que la figura de Truman Capote corre el riesgo de ser devorada por la anécdota y el responsable solo sería él mismo. Frente a su indiscutible cualidad literaria -sigue siendo uno de los autores más leídos de unas décadas, los años 50 y 60 del pasado siglo, que acumulan hoy a tantos olvidados- estuvo su capacidad para la autopromoción y la arrogancia rayanas en el ridículo. Muy probablemente eso le perjudicó intelectualmente y aceleró un proceso de autodestrucción que le llevó a una muerte prematura a los 59 años.

Capote alcanzó fama mundial por ser el creador del subgénero de la novela de no ficción criminal. Su popularidad mediática fue extraordinaria, superando a la de muchos escritores de su tiempo, y se le considera uno de los autores más influyentes de su generación.

Sin embargo, los problemas personales y emocionales que enfrentó le impidieron terminar otra novela, a pesar de haber anunciado durante años la publicación de “Plegarias atendidas”, una obra mordaz sobre la alta sociedad estadounidense.  La posibilidad de exponer los secretos de la élite provocó que muchos de sus amigos ricos y famosos lo rechazaran, lo que lo sumió en una profunda depresión. Finalmente, solo se publicaron cuatro capítulos de la obra tras su muerte.

Entre sus últimas publicaciones destaca “Música para camaleones”, una colección de relatos de ficción y no ficción que contiene algunas de sus mejores obras, demostrando que su genio creativo perduró hasta sus últimos días y dejando un legado literario que sigue resonando.

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