DIVULGACIÓN HISTÓRICA

Por Omar Piña

En alguna clase de historia mexicana nos han recalcado el dato que abre la etapa del Maximato. Nunca está por demás referir que corría julio 17 de 1928. En el selecto restaurante “La Bombilla” ubicado en los rumbos de San Ángel la diputación guanajuatense ofrecía una comida al general Álvaro Obregón, quien era presidente electo. Amenizaba la orquesta típica de Alfonso Esparza Otero, los comensales escuchaban El limoncito y un dibujante que retrataba al festejado sacó una pistola y lo asesinó. 

La noticia corrió con prontitud. Antes del anochecer una radiodifusora capitalina confirmaba que un sujeto llamado José de León Toral había disparado al general Obregón. El magnicidio estaba consumado. Al otro día, la prensa detallaba el funesto acontecimiento e incluso ofreció algunas descripciones de la turbación y conmoción por la que pasaban los habitantes de la ciudad de México. Pero fructificaron las versiones del hecho.

El corrido era un efectivo transmisor de noticias, perpetuaba los acontecimientos de aquel país con huellas frescas del movimiento armado revolucionario. También el asesinato de Obregón dio tema para canciones. 

Unas letras se compusieron desde la parte oficial. Allí lo ensalzaron como el mártir e incluso, en algún estribillo preguntaban que quién podría sustituirlo. El cielo lo arrebatópara vestirnos crespones¡cuántos siglos faltaránpara ver más Obregones! Este fragmento es autoría de Samuel Margarito Lozano, quien era un afamado letrista de corridos; incluso, algunos de los compuestos por él aún siguen cantándose, como “La rielera” y “La muerte de Benjamín Argumedo”. Para el caso de Obregón, Margarito no escatimó letras de sollozo y luto por el héroe de Celaya.

La zona católica de un sector de la sociedad mexicana también produjo sus letras. Sin que pueda rastrearse un autor, surgió un corrido al que se tituló “El radiograma”. Allí se refería el hecho desde la perspectiva de representar a León Toral como un vengador temido y presentaba la Revolución como un proceso dominado por la traición y el deshonor. Según la canción, Obregón llegaba al infierno y se encontraba con Venustiano Carranza, Pancho Villa y otros famosos.

El corrido que favorecía a León Toral retrataba a un Álvaro Obregón en aprietos infernales: Asustado el pobre mancosu faz se puso amarillacuando salió Lucio Blanco,Alcocer y Pancho Villa. En letras así, la fortaleza de un Estado revolucionario era puesta en ridículo. Para que constara bien y no fuese olvidado, hacia 1931 el corrido se grabó en tres versiones fonográficas. Una es con trovadores tapatíos, otra con un barítono y una tercera con un dueto. Cada interpretación mereció un disco y los tres fueron grabados en los Estados Unidos.

Por supuesto, el gobierno mexicano lo quiso censurar. Por supuesto que los discos entraron por contrabando. Por supuesto que se escucharon en cualquier sitio de la república donde hubiese un fonógrafo. Aquellas “máquinas del sonido” fueron bien recibidas por los sectores populares y eran centro de fiestas y tertulias citadinas, pueblerinas y rancheras.

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Para mascar a fondo:

Díaz Frene, J. (2018), “Discos sediciosos y volantes prohibidos. La muerte de Obregón entre la censura y el ingenio popular”, Historia Mexicana67(4), 1633–1676. https://doi.org/10.24201/hm.v67i4.3566

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