Por Marcia Koryna Hernández Hernández

Carlomagno Sol Tlachi.

La Literatura nos lleva por senderos en los que necesitamos atender todo sonido, movimiento, imagen, lenguaje; no para llegar a un lugar, sino para entender y disfrutar justo el momento en que decidimos dar un paso más. Es en este andar que reconocemos a escritores veracruzanos que trabajan en la creación de textos literarios; en esta ocasión mencionaré con todo el respeto y admiración que se merece al Doctor Carlomagno Sol Tlachi.

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A mis manos llegó el libro Arreola, de la colección Pequeña Galería del Escritor Hispanoamericano, obra que confirma mi entusiasmo por realizar este modesto texto para difundir  la obra de un escritor veracruzano a través de este importante portal. No quiero decir con esto que Carlomagno es desconocido, pero quizá para muchos sí. Fue Profesor en  cátedras de literatura y lingüística en la Universidad Veracruzana, merecedor de premios y distinciones como la medalla al mérito estudiantil “Manuel Suárez”; en meses recientes ha sido invitado a uno de los más prestigiados congresos internacionales de la Universidad Autónoma Metropolitana de la ciudad de México, como uno de los grandes dentro de la historia de la literatura mexicana. Ha sido investigador en el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana bajo la línea de “Estudios filológicos de la poesía y novela mexicanas” con enfoque desde la Crítica Textual, bajo la cual ha publicado libros, capítulos de libros y artículos.

De la estirpe literaria de los hermanos Sol, Carlomagno Sol es considerado como un ferviente lector y enamorado de las letras mexicanas.

Mi interés por la poesía me lleva a un primer encuentro con la obra de Carlomagno al leer Zozobra, título de uno de mis poetas de gran estima, Ramón López Velarde; publicado dentro de la colección Clásicos Mexicanos de la Universidad Veracruzana, con el cual recibe el grado de Maestro en Literatura Mexicana en el año 2000; este encuentro no fue por casualidad, las acertadas recomendaciones por parte de maestros de literatura lo mencionaron como uno de los textos obligados para todo aquel que toma a la poesía como un género digno de trabajar en el umbral de la lectura, de la investigación y por supuesto de la disciplina que reclama la pasión. Inicio mi inmersión en la crítica poética del escritor veracruzano y descubro un serio y profundo  análisis sintáctico, la exploración paso a paso de la estructura del poema, el apreciar sus imágenes y contenido en su sentido integral e individual al igual que una obra de arte. Investigación que evidencia a un esciente escritor en plena relación amorosa con la literatura mexicana.

Posteriormente en el año 2008 obtiene su Doctorado en Letras, por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México, con la edición crítica de El monedero, de Nicolás Pizarro; sin embargo, esto de ninguna manera desplaza su asombroso conocimiento de la literatura universal.

Como ferviente lector, pero de entrañable gusto, entendible, de escritores mexicanos, comparte el resultado de sus investigaciones en ensayos sin  banalidades de un leguaje protagonista; al contrario, entiende la importancia, dicho sea de paso, la urgencia, de una comunicación efectiva y trascendente entre el autor y el lector,  éxito que obtiene  a través de una respuesta inmediata de aprendizaje, crítica y reflexión por parte de sus lectores, es decir, otorga los instrumentos necesarios para continuar hurgando en el tema; cede la batuta y alienta en el estudio profesional de la poesía mexicana y la literatura universal.

Por otro lado, sus investigaciones  han ocupado capítulos en obras de gran valor histórico-literarias, tal es el caso de La floresta acuática del uruguayo Felisberto Hernández, publicado en la obra Paisaje de Letraspor el Museo Iconográfico del Quijote, México, en el año 2015. En donde es notable su objetividad como crítico, no es un radicalista sin oídos, dicho de otro modo, atiende a toda línea de estudio y sustenta sus comentarios con gran elocuencia, no destruye como otros críticos, está cierto que toda obra contiene algo bueno, ésta es la base de sus lecturas, pondera en lo profundo y no desdeña lo superficial; cito: “Por otra parte, a pesar de que en algunas ocasiones se le reprocha el descuido gramatical, y si, así fuera, finalmente resulta ser poco significativo ante la riqueza monumental de su creación, Pero no podemos caer en el candor de creer que Felisberto era un escritor ingenuo; su escritura va más allá del rigor ortodoxo en el manejo del lenguaje; es decir, va más allá de la gramática, y otorga al lenguaje el sentido vital de reflejar la extrañas relaciones que se dan en el caudal interior del flujo psíquico…”

Carlomagno Sol Tlachi no se desprende de su integridad literaria como investigador y escritor, por consiguiente la exaltación en los géneros que aborda expone las posibilidades que el lenguaje le revela sin prejuicios que opaquen el brillo del tesoro que comparte tras horas y días de encierro en su majestuosa biblioteca.

En Historias en la sala de la estrella, publicado por la editora de Gobierno del Estado de Veracruz en el año 2003, recopilación de 15 cuentos, emula con abstracciones filosóficas las condiciones en las que el ser humano reacciona ante cotidianidades y eventos paralelos inesperados, con su gama de consecuencias absurdas y, en ocasiones, justas. El conocimiento y habilidad en el lenguaje le permiten escribir de nostalgias, amor filial y erótico, los fugaces tiempos de la ensoñación, con una  voz narrativa del más honesto y desnudo sentir;  culpas, mentiras, perversidad, así como excelsas formas de bondad, emergen con sencillez y destreza en  las descripciones y diálogos de sus personajes.

Mencioné sólo algunas obras de su abundante trabajo literario con la intención de aprender de su ejemplo: Dejar abierta la puerta para adentrarse en el resto de su obra, y de la literatura mexicana; aquellos que tenemos el privilegio de escuchar las conversaciones de Carlomagno sabemos que en su lenguaje existe un bagaje valioso que entrega sin reparo, tal cual su amistad, con la sencilla intención de compartir, de enriquecer un momento de camaradería aderezado con su amor a la literatura.

En conclusión creo muy adecuado citar de su obra, Arreola, el siguiente texto para enmarcar un perfil coincidente entre ambos escritores; en voz del mismo Juan José Arreola:

Mi adopción del lenguaje, o la manifestación del ser en mi lenguaje, ha sido para mí la única hazaña de mi vida.[…] no soy más que un medio de comunicación; me catalogo a mí mismo como un megáfono, un transmisor, un magnavoz, aunque no sea de muchos watts. Yo tengo un repertorio muy vasto, anémico, de conocimientos adquiridos de manera accidental. ¿Por qué se han quedado en mí los conocimientos? Por las fórmulas verbales.

 

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