Franco González Aguilar

Una vez en casa, inicié la revisión del material; a simple vista, parecían papeles sacados de un archivo muerto, por lo amarillento de las hojas de libros y periódicos. Durante varias semanas, estuve repasando el montón de documentos; algunos libros y un buen número de periódicos, todos de ediciones antiguas. En su mayoría novelas y cuentos. Separé los que contenían poemas. Igual procedimiento llevé a cabo con los periódicos, apartando los del estado, que no eran muchos. Encontré un libro de biografías de veracruzanos distinguidos –de los menos antiguos-, escrito por Margarita Olivo, que resultó de gran utilidad. También hallé un ejemplar del periódico El Veracruzano, en el que aparece como director Díaz Mirón.

Como era mucho material para leer y demasiado el polvo de esos papeles viejos, decidí ahorrarme estornudos y tiempo para ir directo a la lectura de cada uno de los poemas, marcando en los libros y periódicos aquellos que fuesen de mi agrado. Esto me dio buen resultado, porque logré ubicar un poco más de seiscientas poesías de autores veracruzanos, resultando en su mayor parte diazmironianas. Después volví a leerlas ya con más calma y elegí sesenta y dos. En la última semana, decidí releerlas para hacer una depuración y así llegué a veinticinco.

Dentro de éstas, encontré cinco de Salvador Díaz Mirón, que no conocí en mi investigación durante el carnaval. Las restantes, eran de Manuel Carpio, José de Jesús Núñez y Domínguez, Rafael Delgado, Enrique González Llorca, Ignacio Miguel Luchichí, Roberto Argüelles, José Sebastián Segura, Josefa Murillo, Jorge Cuesta, José María Esteva, Marcos Arróniz, José Joaquín Pesado, José de Jesús Díaz, Juan Díaz Covarrubias y Ricardo Domínguez.

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Considerando que durante el viaje con poetas ya había conseguido cinco poemas y que en Veracruz había seleccionado dos de Salvador Díaz Mirón, necesitaba cuatro o cinco más, que tendría que elegir de los veinticinco anteriores. Para ello tomaría en cuenta los siguientes factores: temática y localidad de origen del poeta.

Del libro de biografías, había extraído los nombres de los poetas nacidos durante los siglos XVIII y XIX, así como su lugar de origen, lo cual me facilitó la búsqueda. Me quedé con La cita y A Gloria (que traía desde Veracruz), al comparar dichas poesías con las cinco de Díaz Mirón que acababa de encontrar. De los otros veinte poemas antiguos, seleccioné cuatro, los cuales, al percatarme del nombre de sus autores, me resultaron familiares, por alguna extraña razón. Los poemas que elegí fueron los siguientes: Al Río de Cosamaloapan, Amor y Desdén, Fingiendo Indiferencia y Versos.

Al Río de Cosamaloapan

Arrebatado y caudaloso río

que riegas de mi pueblo las praderas,

¡quién pudiera llorar en tus riberas

de la redonda luna al rayo frío!

De noche en mi agitado desvarío

me parece estar viendo tus palmeras,

tus naranjos en flor y enredaderas,

y tus lirios cubiertos de rocío.

¡Quien le diera tan sólo una mirada

a la dulce y modesta casa mía,

donde nací como ave en la enramada!

Pero tus olas ruedan en el día

sobre las ruinas ¡ay! de esa morada

donde feliz en mi niñez vivía.

Este soneto es un hermoso canto nostálgico a la tierra del poeta. Es de Manuel Carpio. Como no tenía ningún dato del autor, acudí al libro de biografías, del cual extraje la siguiente información:

Manuel Carpio nació en 1791 en Cosamaloapan. Cuando era niño se trasladó con su familia a Puebla. En esa ciudad estudió Latinidad, Filosofía, Teología y Derecho. De manera autodidacta estudió medicina, titulándose como cirujano en 1819. En los años subsecuentes, la Universidad de México le concedió el grado de Bachiller, el título de Profesor y en 1853 los títulos de Doctor en Medicina y en Filosofía. Fue diputado local en los estados de México y Veracruz, así como funcionario público con altos cargos en instituciones relacionadas con la medicina. Fue socio fundador de la Academia de Medicina de México. En este campo, realizó traducciones y publicaciones médicas, como la obra Medicina Doméstica.

Carpio llegó a ser un poeta renombrado en México y en el extranjero. De su obra se publicaron tres ediciones. Falleció en 1860 y su busto fue colocado frente a la Biblioteca Nacional.

En un viejo ejemplar de El Dictamen, hallé datos adicionales. Entre ellos el comentario de que Manuel Eulogio Carpio Hernández -que era su nombre completo-, junto con Bernardo Couto y José Joaquín Pesado, también poetas, conformaron el jurado que premió a Francisco González Bocanegra por la letra del Himno Nacional Mexicano en 1854. El periódico también refería que los temas preferidos por Carpio fueron los pasajes de la Biblia y la descripción de su tierra natal, en donde suelen llamarle El Cantor del Terruño. Así mismo señalaba que mediante decreto del mes de junio de 1918, el municipio que lo vio nacer se denomina Cosamaloapan de Carpio.

Continuará…

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