Franco González Aguilar

Después de hacer mis anotaciones, pasé a la siguiente poesía:

Amor y Desdén

 

Fuego sutil circula por mis venas

al contemplar tus seductores ojos,

y la sonrisa de tus labios rojos,

y la gracia gentil con que enajenas.

 

A tus palabras, de dulzura llenas,

de mi estéril desierto los abrojos

convertiste en Edén, y por despojos

quedó mi alma de amor en tus cadenas.

 

Mas, ¡ay!, que al punto, Laura, con desvío

me ves y te me alejas de repente

sin que te duelas del quebranto mío.

 

Si es criminal quien te ama reverente,

y a tu beldad consagra su albedrío,

sólo quien no te ha visto es inocente.

Este poema amoroso, es parte de un conjunto de sonetos dedicados a una mujer llamada Laura, quien pudo haber sido el amor imposible de su autor, el escritor José Sebastián Segura, nacido en Córdoba en 1822 y muerto en 1889. Sus biógrafos señalan que fue ingeniero de minas. Se dedicó a la literatura y tradujo composiciones poéticas de autores franceses, italianos y alemanes. En uno de los viejos libros que me había prestado Manuel Sol, encontré datos adicionales de Segura, como el hecho de haber trabajado en minas de las montañas de Real del Monte y Pachuca. Al terminar de leer estos últimos datos sobre José Sebastián Segura, me quedó la sensación de que esa información ya la sabía, o que la había leído en otro lado, pero por más que intenté, no logré recordar en dónde.

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     La siguiente poesía que seleccioné y que habla del amor traicionado, fue Fingiendo Indiferencia, escrita por Rafael Delgado.

Fingiendo Indiferencia

 

Fingiendo indiferencia, temerosa

conmigo conversaba,

de nuestro amor de un día, de aquellos sueños

de dicha y de esperanza.

 

Al evocar tan íntimas memorias,

estremeciese mi alma,

y el muerto corazón, lleno de vida,

sentí que se agitaba.

 

Hablamos del amor, que de nosotros

lejos tendió sus alas,

y dichosos y alegres recordamos

la ventura pasada…

 

Después…te hablé de mi ilusión perdida,

de mi pasión befada,

y te mostré mi corazón leproso

que a mí mismo me espanta.

 

¡Te horrorizaste!…e inclinando trémula

el rostro avergonzada,

de perdón intentaron esos labios

decir una palabra.

 

Pero triunfó el orgullo, y te negaste

a confesar tu falta…

no obstante, de tus ojos, temblorosa,

vi rodar una lágrima.

 

¡Dichosa tú que sientes y que lloras

la ventura pasada!

¡Pobre de aquel que en su dolor no tiene

ni consuelo, ni lágrimas!

 

Rafael Delgado y Sainz, según la fuente consultada, es decir, el libro de Margarita Olivo, había nacido en Córdoba en 1853. A los dieciséis años de edad, se trasladó con su familia a la ciudad de Orizaba, dedicándose toda su vida a las letras y la enseñanza. Su mayor reputación literaria la tiene como novelista, destacando la novela Los parientes ricos y más aún La calandria. En sus escritos, bautizó a Orizaba como Pluviosilla y a Córdoba como Villaverde. Ejerció cátedra de Literatura en el Colegio Preparatorio de Jalapa, cuando era su director Salvador Díaz Mirón. Miembro de la Real Academia de la Lengua Española, murió en 1914. En otra fuente, se destaca que Delgado fue un solterón empedernido, que tuvo dos intentos fallidos de matrimonio. Vivió consagrado a la literatura y por su dominio del realismo y del costumbrismo, lo equipararon con los grandes escritores europeos.

Entre los valiosos documentos que me facilitó Manuel Sol, encontré la transcripción de un decreto de noviembre de 1932, que establece que el municipio de San Juan del Río y su cabecera municipal –colindante con Orizaba-, cambian su nombre por el de Rafael Delgado.

Continuará…

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