Franco González Aguilar
Décima Quinta entrega
–De su obra, me gustaría conocer alguna poesía más corta –le dije a María Enriqueta. —Tengo una que es de mis preferidas—contestó—. Es más, es de las pocas que recuerdo de memoria, Se llama Paisaje, escuche usted:
Paisaje
Por la polvosa calzada
va la carreta pesada
gimiendo con gran dolor.
Es tarde fría de enero,
y los bueyes van temblando…
mas de su amor van hablando
la boyera y el boyero.
Yo voy sola por la orilla
donde la hoja difunta
que el viento en montones junta,
pone una nota amarilla…
mientras tanto, en el sendero,
bien unidos van, la yunta,
la boyera y el boyero.
Acompañante no pido,
-alma huraña siempre he sido-
en mi desdicha secreta,
en mi dolor escondido,
bien me acompaña el gemido
de la cansada carreta…
—¡Que hermosa poesía! –le dije—. Describe una bella estampa campirana. Transmite nostalgia, tristeza, y por qué no decirlo, me parece que refleja un momento de depresión. Supongo que la escribió lejos de la tierra que la vio nacer. Quiero decirle que este poema ya es uno de mis preferidos. Espero que le podamos poner una buena música —culminé emocionado.
—Celebro que le guste Víctor, es usted muy intuitivo. Tenga el libro— señaló—. Ahora, si me disculpa y me lo permite, quisiera dormir un poco, el viaje será cansado y mañana debo estar en un evento cultural.
No quise comentarle que yo sabía de ese evento. La dejé descansar y regresé a mi asiento a escribir algunas notas sobre la poeta.
Tampoco le dije a María Enriqueta que su poesía parece haber inspirado al reconocido vate michoacano Rubén C. Navarro, en su poema Carretero, el cual inicia en forma similar:
Por el polvoso camino
Va la carreta chirriando….
Eché un vistazo al libro que me regaló la escritora coatepecana y lo guardé en la maleta. Escribí unas notas, pero me interesaba más localizar a los otros poetas que viajaban en el tren. Busqué por todo el vagón, exceptuando a los pasajeros que por sus ropas o por sus pláticas eran, se deducía, visitantes por el carnaval.
Me quedaban unos diez o doce candidatos; señores todos, vestidos formalmente, la mayoría de traje y con sombrero de fieltro. ¡Diablos, cualquiera de ellos podría ser poeta, o político, o ambas cosas! ¿Cómo saber?
En un asiento de la parte trasera, uno de esos señores estaba leyendo. En un momento que desvió su mirada hacia el pasillo pude observarlo, su cara se me hizo familiar. Era un hombre de aproximadamente cuarenta años, con porte de intelectual. Mi corazón latió con fuerza, estaba seguro de haberlo visto en algún lado, quizás en los periódicos. ¿O lo vi en el hotel? ¿En el carnaval, tal vez?
Estuve cerca de cinco minutos buscando en mi memoria, hasta que por fin di con el dato exacto. ¡Esta persona era nada más y nada menos que el Rector de la Universidad Veracruzana! Casi brinco de alegría. Sin pensarlo más, me levanté de mi asiento, encaminándome hacia donde él estaba.
—Disculpe, ¿Usted es el Rector de la Universidad Veracruzana, verdad? —pregunté.
—En efecto, Aureliano Hernández Palacios, a sus órdenes— contestó.
—Gracias, mucho gusto, mi nombre es Víctor Roble— dije—-. ¿Me permite distraerlo un momento? Necesito su ayuda, estoy tratando de musicalizar algunas poesías y sé que en este tren vienen poetas pero no los conozco y seguramente usted sí.
—Mmh— me miró al tiempo que reflexionaba— tome asiento, aunque de momento no recuerdo ningún proyecto así en la universidad. ¿O pertenece usted a alguna otra dependencia?
Animado por su amabilidad, le hablé del proyecto y de que para nuestra mala fortuna, no teníamos nada que ver con ninguna institución oficial, que todo esto lo hacíamos con recursos propios en nuestro tiempo libre.
—Bueno, no pertenecer a alguna institución es un inconveniente, pero después de todo, tal vez sea mejor así. Hay veces que las instituciones coartan la creatividad de los artistas. Me agrada su idea, me interesa como autoridad de nuestra máxima casa de estudios, pero también por el hecho de ser escritor con aspiraciones de poeta.
—En este camino, he conocido a mucha gente con las mismas inquietudes. Aquí, viajan con nosotros dos personas que después le presentaré, que vienen en el coche de atrás o en el de adelante, habrá que buscarlos: Lázara Meldiú, extraordinaria mujer de izquierda, que nació en Papantla, y Rubén Bonifaz Nuño, nativo de Córdoba, escritor, poeta y funcionario de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Continuará…