Andy Ruiz tocó el cielo el 7 de junio del 2019. Nadie lo podía creer. Muchos dijeron que se trató de la victoria más sorprendente del siglo XXI. Cuando en el round siete el referí detuvo la pelea en favor del púgil californiano, para decretar su victoria sobre el adonis británico Anthony Joshua, millones de miradas voltearon a ver el ring del Madison Square Garden: constataron lo que minutos antes habría parecido una broma de mal gusto. De ascendencia mexicana, The Destroyer había noqueado al multicampeón para apropiarse de los títulos mundiales OMB, AMB y FIB del peso completo.

La consumación de la gesta fue gradual. En el tercer asalto, Joshua, medallista de oro en Londres 2012 y figura planetaria, tumbó a Ruiz como para confirmar que todos los guiones están destinados a cumplirse. Pero en ese momento algo se removió en el orgullo de Andy. En menos de un minuto, todavía en el primer asalto, Ruíz le devolvió la dosis a Joshua y lo envió a la lona. El público estalló ante lo inexplicable. Si esa noche el héroe británico quería conservar sus fajas tendría que arrancarle el corazón a un guerrero mexicano que apenas había peleado un mes antes.

Con Ruiz todo es imprevisible. Esa pelea la tomó sin tiempo de preparación. Venía de noquear en cinco rounds al ucraniano Alexander Dimitrenko el 20 de abril. AJ se quedó sin rival debido al doping de Jarrell Miller. Andy no dudó: le envió un mensaje directo por Instagram al promotor Eddie Hearn para postularse como oponente. Todo estaba en su contra, y quizá por eso ganó, porque Ruiz es el tipo de atleta estimulable ante la adversidad.

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Esa vocación por materializar lo inaudito lo llevó a tirar otra vez a Joshua con dos segundos para finalizar el tercer round. Los tres minutos que aparentemente lo condenaban al olvido sirvieron como brújula de un éxito tan efímero en el pragmatismo del tiempo como eterno ante la nostalgia de lo instantáneo. El terror se podía ver en lo más profundo de la mirada pérdida de Anthony. ¿Cómo era posible que ese peleador ‘gordito’ y con cara de niño pegara tan fuerte?

El todopoderoso campeón del mundo nunca encontró la llave. Si conectaba un golpe de poder, Ruiz respondía con ráfagas de hasta cuatro puñetazos que enviaban a otro mundo al hasta entonces invencible Joshua. En el séptimo episodio los guantes de Ruiz terminaron de escribir la página de oro. El mexicoamericano volvió a tirar en dos ocasiones a Anthony Joshua. Ni la complacencia del referí para dar segundos extras de recuperación al monarca fue suficiente. Ya era inevitable: el rey no tenía nada que hacer ahí. Esa noche le pertenecía a Andy Ruiz.

Sin embargo, como en cuento con final previsible, Ruiz no supo gestionar el éxito. Es el arquetipo perfecto de “la flor de un día”. Marchitó su éxito al ritmo de las fiestas. El boxeo, se sabe, no perdona el desinterés. Durante los meses subsecuentes a la hazaña neoyorkina, el campeón estaba en todos lados menos en donde le correspondía: en el gimnasio. “Se termina la pelea y no lo vi después de ganar el campeonato. Traté de mantenerme al margen, pero si no existes, si no te paras a correr, y si no llegas a entrenar, no puedo hacer nada“, valoró su exentrenador Manny Robles en entrevista con Un Round Más.

La revancha con Joshua se pactó en Arabia Saudita y ahí fue donde el cuento de hadas terminó. Ruiz no pudo hacerle ni un rasguño a Joshua, que con un estilo práctico y defensivo ahuyentó todos sus miedos y recuperó los cetros mundiales. En palabras de Manny Robles, entrenador de Ruiz, esa derrota era totalmente previsible. “No llegó tan mal a la revancha, pero nada que ver cómo llegó para la primera. Como entrenador, yo no soy su niñero: yo estoy en el gimnasio porque no dependo sólo de Andy. Me lo traje a Guadalajara con la idea de alejarlo del desmadre, pero yo no lo vi en tres meses”, contó Robles.

Tras aquel éxito fugaz y con la relación laboral finiquitada con Robles, Ruiz se refugió en las enseñanzas del mejor entrenador del mundo en los últimos tres años: Eddy Reynoso, líder del Canelo Team. Sin embargo, entre 2020 y lo que va de 2022, Andy apenas realizó una pelea: contra el semiretirado Chris Arreola, a quien superó por decisión en un combate sin emociones. Esa fue el saldo de su estancia con Reynoso, porque esta semana se confirmó la ruptura entre ambos. El excampeón mundial ahora trabajará con Rafael Osuna.

La próxima pelea de Andy Ruiz es un punto de inflexión en su carrera. Puede ser el fin de todo o el regreso al estelarismo que apenas pudo disfrutar. Luis “King Kong” Ortiz llevaba mucho tiempo llamando a Andy. La reyerta, por fin, tendrá lugar el próximo 4 de septiembre. A tres años de distancia, El Destructor al que le gusta portar sombreros charros, y escuchar el himno de González Bocanegra antes de subir al ring, está a espera del último tren. Ortiz, sin embargo, tiene todo para enterrar de por vida el orgullo del ídolo efímero.

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