Chicharito Hernández ha visto pasar sus mejores días en el futbol. Con 33 años cumplidos y un retiro a sueldo en la MLS, su nombre no tendría que estar en la baraja de posibles seleccionados. Ya hizo todo lo que podía hacer. Si en el mejor momento de su carrera era reventado hasta la médula, ¿por qué ahora se exige su presencia?

Hoy está vetado de la Selección Mexicana. Gerardo Martino jamás ha dado una explicación pública. La prensa ha reportado que todo tiene que ver con una indisciplina de Chicharito en septiembre de 2019. Ni Hernández ni Martino han negado o confirmado la versión. Lo único cierto es que los dos se han esforzado en mantener el problema sin solución.

Ya pocos los recuerdan, pero por allá de 2010 Hernández era el Golden Boy del futbol mexicano. A todos les caía bien. El rostro de aquel joven simpático invadía comerciales y portadas, y nadie parecía cansado. Su fichaje por el Manchester United rompió todos los paradigmas posibles. Fue el primer mexicano que pasó directamente a un grande de Europa. En su primer año ganó la Premier League y llegó a la Final de la Champions.

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Con semejante prólogo, ¿qué podría salir mal? Nadie sabe exactamente cómo ni por qué, pero el amor entre la afición y Hernández se apagó poco a poco. Metía muchos goles y también fallaba a un metro del arco. Los reproches casuales se convirtieron en odio desenfrenado durante las Eliminatorias para Brasil 2014. Ya no era el niño consentido de nadie.

Desde entonces, Chicharito cargó con críticas que jamás cesaron: que si solo le hacía goles a rivales menores, que era un tronco, que no aparecía en los momentos importantes. La rabia, sin embargo, tenía un atenuante: no existía otro delantero mejor que él. Porque Raúl Jiménez estaba muy verde y Oribe Peralta no era una garantía a largo plazo. Para decirlo rápido: ninguno de ellos jugó en equipos de talla mundial.

Poco y nada importaba, pues a Chicharito siempre se le buscaban peros. Jugó en el Manchester United, club que lo tiene catalogado como el mejor revulsivo del siglo XXI. Vale, su paso por el Real Madrid tuvo que ver con fines comerciales, pero dentro del campo Ancelotti decidía y con Benzema en el puesto no había mercadotecnia suficiente para hacer titular al tapatío. Hernández se fue del Bernabéu con 9 goles en un año y la honrosa etiqueta de jugador que merecía quedarse.

Elogiado por Alex Ferguson, pero denostado por Juanito Rey del Sillón Pérez. Esa es la historia del famoso Chicharito Hernández, el futbolista que en su mejor momento no pudo hacer nada diferente con la Selección Mexicana, pero que ahora es aclamado y recordado con nostalgia. Ya lo decían Los Yonic’s: Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. Perdido entre comillas, porque rebajando el orgullo de una y otra parte podría volver en cualquier momento. No pasará. Y es mejor que no pase.

Hoy la realidad dicta que Javier Hernández jamás volverá a su mejor versión. Como tendría que ser por lógica. No hay ningún misterio al respecto. Sus números en la MLS con el Galaxy podrán ser todo lo fabulosos que se quiera, pero no deja de ser una liga de tercer plano.

Tampoco hay de dónde escoger. Entre promesas efímeras y delanteros caseros, el Tri está condenado a jugar sin un delantero matón. Jiménez hace su mejor esfuerzo, pero hace mucho quedó claro que el sistema de los Wolves lo favorece más que el de México. Por eso no brilla y no lo hará, porque con 31 años ya tampoco tiene mucho que dar.

Hernández no llevó a México al quinto partido cuando jugaba en la élite. Mucho menos lo podría hacer ahora. Y no, no es su culpa: CH14 siempre ha sido el tipo de delantero que depende del rendimiento colectivo. Su presencia en la Selección Mexicana no solucionará ningún problema. Como tampoco lo ha conseguido Raúl Jiménez.

El Tri no necesita a Javier Hernández y quizá él tampoco necesita a la Selección. A decir verdad, se le mira muy tranquilo desde que su principal pasatiempo es jugar Warzone. Sus 52 goles como seleccionado están muy bien guardados en la cajita de recuerdos. Perdónanos, Chicharito, por criticarte cuando estabas en tu mejor versión y por extrañarte ahora que haces goles de plástico.

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