Héctor Herrera puede ser sol y sombra. Esa premisa aplica en prácticamente cualquier época de su ya extensa carrera. El centrocampista mexicano, cuando ha mostrado sus mejores dotes, marca diferencia y se convierte en el líder futbolístico que necesita el equipo texano. Pero eso no es tan sencillo. Ya saben que deben tenerle paciencia porque es un jugador impredecible. Y ante Seattle Sounders, el equipo más regular de la Conferencia Oeste en la actual temporada de la Major League Soccer (MLS), esa lección volvió a retomarse de la forma más dolorosa posible.

El partido requería, de manera obligada, una cuota de concentración que Houston debió redoblar a partir de los 18 minutos. El error puntal fue de Amine Bassi, que en una pelota dividida le metió un planchazo brutal a Nicolás Lodeiro. Hubo dos cosas sorprendentes en esta jugada: que, pese a tener la vista de frente, el árbitro no se diera cuenta de primera de la gravedad de la entrada y tuviera que ser auxiliado por el VAR para sacar la consecuente tarjeta roja, y que Bassi tuviera la cara para reclamar la decisión, cuando su infracción puso en peligro la integridad de su colega.

Ante la falta de un jugador, Houston ajustó y se volvió un equipo relativamente confiable en defensa. No concedieron los espacios que Seattle habría deseado. Pero el partido les volvió a presentar otro escenario todavía más favorable para el segundo tiempo. Todo empezó a los 57 minutos, cuando Héctor Herrera tuvo la idea de ir a encarar al árbitro después de que le marcaran una falta (bien señalada) por una barrida que fue imprudente. Todo lo fue: esa primera falta y el posterior reclamo, capaz de sacar de quicio a cualquier árbitro por la forma retadora en la que lo hizo.

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Y esa reacción calentó los ánimos en general. Porque si el capitán de Houston se comportaba así, entonces el de Seattle, Lodeiro, juzgó que también tenía derecho a hacerlo: empujó a Corey Baird en una discusión y, desde luego, se ganó la amonestación —es cierto que Baird intentó retrasar el juego al esconder el balón, en una jugarreta que logró el cometido, el de desconcentrar al rival—. Pero el apercibimiento iba a tener pésimas consecuencias únicamente para Herrera. Era cuestión de tiempo.

A los 76 minutos, Héctor Herrera conducía un ataque. Tenía la batuta en ese momento, pero perdió el balón ante la marca de Joao Paulo, que rápidamente cedió para Lodeiro. Herrera fue presa de una desesperación que no debería existir en él desde hace muchos años: jaló a Lodeiro (no existía ningún riesgo latente) y se ganó una segunda amonestación que lo llevó a ser expulsado. Con nueve jugadores, Seattle ya no perdonó y castigó la resistencia de Dynamo: a los 82 minutos, Paul Rothrock, que había entrado de cambio, empujó el balón tras la pasividad de Steve Clark al momento de querer cortar un centro.

Un jugador con su experiencia no puede cometer esos errores y, sobre todo, en un partido que ha sido tan disputado, en el que sus compañeros hicieron todo el esfuerzo para aguantar el marcador ante la ausencia de un hombre. Eso no debería pasarse por alto y Herrera debió tenerlo en cuenta antes de hacer su segunda infracción digna de amonestación (y su segunda tarjeta roja del año). Y nadie se tentó el corazón: la expulsión podrá ser quisquillosa para algunos, pero lo cierto es que había elementos para marcarla y ni modo.

Houston Dynamo se aferra al último lugar con acceso directo a playoffs, pues marchan en la séptima posición de la tabla con 14 puntos. Y Seattle Sounders, por su parte, es líder de la zona con un total de 23 puntos. Son realidades diferentes que se pueden explicar, también, vía la regularidad de los jugadores de uno y otro lado.

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