Henry Martin realizó un festejo vulgar, de eso no hay duda. Pero lo que el futbolista azulcrema hizo fue tratar de reavivar la llama del Clásico de Clásicos que parece extinta. La rivalidad entre América y Guadalajara poco a poco ha ido perdiendo la mística, la fuerza, su trascendencia y el color. Décadas atrás, este partido era igual de emocionante y esperado —o más— que las propias finales del futbol mexicano. La idea del Clásico Nacional ha perdido su esencia que, desde hace tiempo, solo ha sido bien aprovechada por uno de los dos protagonistas para autoproclamarse como “el más grande”.
Contra Guadalajara, Henry hizo lo único que ha hecho en los últimos encuentros frente a ellos: marcarles al menos un gol y festejar de acuerdo a su identidad. La costumbre de celebrar así del delantero mexicano nació después de que, en el Clausura 2021, Chivas habló antes del encuentro sobre ser el equipo con mayor identidad y presumió airadamente cuestiones de laureles que tienen años sin poder revivir. América dio una respuesta contundente dentro del campo y le propinó un 0-3 al Rebaño, pero el 21 americanista festejó como Cuauhtémoc Blanco, uno de los innombrables para el conjunto tapatío. Había que echarle limón a la herida. Y es una cuestión que solamente se presentó para darle más sabor a una añeja y desabrida rivalidad.
En esta ocasión, Henry simplemente buscó encender algo que no tiene vida. A nadie le hizo daño el festejo del delantero americanista, ni siquiera los jugadores rojiblancos protestaron ante dicho gesto de humillación y que no deja de ser vulgar. Simplemente fue también un acto de lo que representa la que se “supone” es la rivalidad más grande del futbol mexicano. De no hacerlo así, le quitaría lo último que le resta de pelea de archienemigos a estos encuentros. Porque la palabrería que acompañaba las previas de este duelo ya también quedó de lado.
El Clásico de Clásicos solo mantiene ese nombre por lo que se cosechó décadas atrás. La rivalidad se construyó a base de guerra de declaraciones y frenéticos encuentros dentro del terreno de juego. Durante la década de los 80, la pugna entre ambas escuadras tomó mayor valor por partidos cargados de emociones, donde a veces el resultado pasaba a ser lo menos importante. Ambas instituciones ponían en juego su propio orgullo, historia y pasión. Hoy, después del desastre que Chivas protagonizó, quedan lejos los anhelos de verlos envueltos en episodios delirantes con América. Mientras que el cuadro azulcrema ha encontrado mayor rivalidad con otros equipos que han ido creciendo, el Rebaño luce mermado y ha perdido su antagonismo con los de Coapa.
Guadalajara se ha quedado en el camino y ha provocado que esta enemistad pierda su atractivo, pues el resultado tiende a repetirse. El dominio americanista sobre el chiverío ha crecido en los últimos años a tal grado que la condición de Clásico comienza a desaparecer en automático. La última ocasión en la que el Rebaño se interpuso al conjunto azulcrema en una fase regular fue en febrero del 2017, cuando ganaron por la mínima en el Estadio Akron. Chivas se ha convertido en un equipo conformista y de una filosofía obsoleta, se transformaron en un equipo viejo que ha dejado de ser grande.
Desde el Clausura 2004, ambos equipos no llegaban con tanta paridad en sus números a este encuentro y lo que se esperaba era que ambos desplegaran la calidad de su juego y entregaran un partido digno de una gran rivalidad. Sin embargo, los cuatro goles americanistas y el festejo de Henry desdibujaron lo poco que Guadalajara significaba como máximo rival para América.