Ignacio Ambriz sorprendió al medio futbolístico de México cuando, en junio de 2021, se conoció la noticia de que sería nuevo director técnico del Huesca de la Segunda División de España. Ambriz se negó a una extensión de contrato con el León, equipo al que había hecho campeón en el Apertura 2020 y que, durante tres años, desarrolló un futbol vistoso y efectivo. Tenía la meta irrenunciable de trabajar en el futbol de alta competencia, aunque eso sólo duró cuatro meses.

Tomó un reto para el que se preparó desde su retiro como jugador. Durante la odisea de Javier Aguirre en Osasuna de Pamplona, primero, y Atlético de Madrid después, Ambriz fue auxiliar técnico del Vasco. En ambos equipos cosecharon grandes resultados: calificar al Osasuna por primera vez en su historia a la Champions League, y devolver a Los Colchoneros a la élite de española y europea después de un largo período de malos tragos. Ambriz tiene mucha claridad cuando habla de sus ambiciones y de las limitantes de los entrenadores mexicanos.

“Nos hace falta más preparación. Cuando Javier sale de Osasuna, a mí me ofrecen al equipo. No pude porque no cumplía el requisito de ser entrenador por tres años. Regresé a México con el sueño de poder volver. Me buscaron del Huesca y me fui ganando el 10% de lo que me ofrecían en León”, explicó Ambriz en entrevista con ESPN.

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Ambriz recordó que, en su etapa como ayudante de Aguirre, hubo momentos en los que notó que ya quería ser entrenador principal: como cuando en un entrenamiento realizó una corrección que no fue bien tomada por el Vasco. Sin embargo, esos años de aprendizaje otorgan una conclusión inapelable: de los directores mexicanos actuales no hay nadie que tenga la preparación ni los antecedentes en Europa de Ignacio Ambriz. Y se nota cuando él mismo lo cuenta con naturalidad, cuando habla de un partido contra el Liverpool en Anfield como si fuera un partido de jornada 5 del futbol mexicano.

Hay un golpe más duro: los dirigentes y entrenadores, es decir, la gente especializada, sí conocen el futbol mexicano, por algo, según dijo Ambriz, hasta Fernando Torres, exjugador del Atlético de Madrid y de España, lo recomendó con la gente del Huesca —lo había dirigido—. Pero eso no ha bastado y el caso de Ambriz es paradigmático, y desmotivante, porque pese a ser el entrenador mexicano más preparado, y haber cosechado éxitos en México, no ha tenido éxito en el futbol extranjero.

Hay ejemplos de entrenadores mexicanos que han dejado buena imagen en otros países, como Carlos de los Cobos en El Salvador y Luis Fernando Tena en Guatemala. Pero no son esos entornos en donde se le ha exigido a los entrenadores mexicanos que obtengan crecimiento, sino en competencias que estén por encima del nivel del futbol mexicano: no ha habido ningún entrenador mexicano que dirija en Brasil o Argentina, las otras dos ligas de buen nivel en Latinoamérica. Y en Estados Unidos ningún entrenador mexicano ha sido campeón de liga, aunque el caso de Gonzalo Pineda en el Atlanta United, actualmente, puede destacarse como un prospecto interesante. La única excepción, durante veinte años, ha sido Javier Aguirre.

Los entrenadores mexicanos son muy dados a criticar que los extranjeros reciban oportunidades eternas en la Liga MX y, sobre todo, en la Selección. De hecho Ambriz volvió a mencionar eso durante la entrevista, pues manifestó que Cocca no le gustaba no porque lo considere mal entrenador, sino por ser extranjero; y también dijo que si un mexicano hubiera perdido tres veces contra Estados Unidos, como Gerardo Martino, habría sido despedido —Bora Milutinovic, yugoslavo, fue despedido a seis meses de Francia 98 pese a que había hecho una eliminatoria perfecta—.

Y de hecho exhibió una contradicción (que no debería serlo), pues admitió que le gustaría dirigir a alguna selección aunque no sea él de ese país, y es que no tendría nada de malo si en todo el mundo pasa, pero aquí en México hay mucha sensibilidad en el gremio de entrenadores locales.

Ambriz hizo la parte fundamental de su tarea si quería pertenecer al futbol de primer orden: prepararse y picar piedra dejando de lado el ego y el bolsillo. No le fue bien. No bastó con eso. En Europa no lo miraron con condescendencia: le dieron una oportunidad y punto, pero también le exigieron. Porque confiaban en sus capacidades. No alcanzó y toca aguantar la realidad, que México no tiene entrenadores listos para despuntar en el mejor futbol del mundo.

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