Lionel Messi está jugando como quiere en el Inter de Miami. Sin presión, sin absurdas miradas de sospechosismo (como en el PSG, donde sus propios aficionados lo abucheaban). Es el Messi más natural que se haya visto en mucho tiempo. Se siente tan a gusto como en Argentina o como cuando jugaba en el Barcelona de los mejores días. En la Major League Soccer (MLS) apunta a darse un festín. Así lo ha dejado claro en poco menos de dos partidos.
Contra Cruz Azul entró de cambio y resolvió el encuentro, parejo y disputado, con un golazo de tiro libre que significó un final hollywoodense para su anhelado debut con el cuadro rosinegro. Aquello fue dramático y optimista, el reflejo de que todavía hay mucho Messi que ver. Pero lo de ayer entregó otras señales sobre el Messi que se habrá de ver. No sólo es que no esté acabado, una obviedad si se recuerda que hace siete meses fue el mejor jugar del Mundial Qatar 2022, es que está a gusto y a sus anchas: jamás jugó con tanto espacio de frente.
Lo mismo puede decirse de su colega Sergio Busquets. En el futbol europeo se acostumbraron a tener una marca pegajosa con y sin balón. El ritmo de aquellas competencias llevaba a que todos los rivales entendieran algo: si presionaban, tendrían más oportunidades ya no de ganar, pero sí al menos de aminorar el daño que jugadores de esta categoría son capaces de propinar.
El futbol de la MLS es rápido y dinámico, pero no alcanza las cuotas de rigorismo defensivo, a un nivel incluso de obsesión, que se puede ver en Europa. Por lo tanto, Messi y Busquets encuentran los espacios que sus edades tanto agradecen. No tienen la velocidad o energía de antes, pero no la necesitan: les alcanza con la intuición, la técnica, el gesto para quedar de frente y quitarse a un rival.