Han pasado 10 años desde que en el Estadio de Wembley resonó el himno mexicano durante la ceremonia de premiación en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y se levantó la bandera tricolor por encima de la de Brasil y Corea del Sur. Era la primera presea dorada que el futbol mexicano conseguía, era un hito que con el tiempo parece haberse convertido en un espejismo. En ese momento, todo era perfecto.

El torneo olímpico tuvo las complicaciones regulares que un certamen internacional de tal envergadura siempre presentan, pero no había quejas ni reproches, porque el equipo seguía consiguiendo los resultados y en la final, Brasil era el rival perfecto por los antecedentes victoriosos contra los cariocas. Fuera cuál fuera el resultado, ya se aseguraba una medalla.

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El resultado fue a favor y se festejó de norte a sur. Para muchos, fue mera suerte, pero en realidad ese fue el mejor equipo mexicano conformado para disputar unos Juegos Olímpicos. Giovani Dos Santos era el más experimentado. Además de su futbol, el mexicano tenía poco más de cinco años jugando en el máximo nivel en Europa. Carlos Salcido, se sumó como refuerzo y recién había pegado la vuelta a México después de cinco años en el viejo continente. Jesús Corona, Oribe Peralta, Marco Fabián, Javier Aquino, Raúl Jiménez, Javier Cortes y Néstor Araujo ya eran piezas inamovibles y de los más sobresalientes en sus respectivos equipos. La experiencia, que es un factor importantísimo en esa justa, también jugó a favor y muchos de los seleccionados ya habían debutado con la categoría mayor de la Selección Mexicana.

Pero la cuestión quedó enmarcada en esa generación. Desde ese momento, ningún otro plantel que haya disputado este torneo ha sido cubierto con la misma experiencia entre sus miembros. Tampoco se ha visto el mismo nivel de juego que los medallistas de oro consiguieron y todo tiene una razón. Luego de conseguir el título dorado, el mismo torneo quedó como referencia y todos creyeron que porque se ganó una vez, las siguientes generaciones harían lo mismo y con más facilidades. Ricardo La Volpe, inconsciente en aquel momento de sus palabras cuando era técnico de la Selección Mexicana, le hizo daño al futbol nacional al hacerle creer que todo se puede conseguir “caminando”. Pero los tiempos y las formas cambian.

Para Río 2016, todas las esperanzas estaban puestas en Oribe Peralta, el artillero y refuerzo. Pero que en cuestión de nada, una lesión lo marginó de continuar en el equipo. Un mal manejo en los resultados dejaron fuera al Tri apenas en la fase de grupos al solo poder sumar cuatro puntos y quedar como tercer lugar de su grupo. Fracaso rotundo y esperado por el poco fogueo internacional que los miembros de ese equipo tenían. Vaya, ni Alfredo Talavera que era refuerzo y eterno suplente en la selección mayor sabía cómo encarar un certamen así como titular.

La historia se corrigió para Tokio 2020 ya que, a pesar de la pandemia, los seleccionados por Jaime Lozano ya eran futbolistas consolidados en sus equipos, algo parecido a los del 2012. Con Guillermo Ochoa como el símbolo tangible de veteranía que se sumaba a la figura de liderazgo que otros aportaban al equipo, cosa que no ocurrió en Río.

Aún con ello, alcanzó para una medalla de bronce. Y algunos volvieron a pensar en los Juegos de Londres: Si ya se alcanzó la presea dorada una vez, entonces este equipo estaba para ganarla otra vez y fue un fracaso rotundo conseguir solo el bronce. Dejaban de lado que solo Brasil y España estuvieron por encima y que Alemania, Japón, Francia y Argentina se quedaron con el sueño de conseguir algo. No todo es caminando. Pero esa idea sigue predominando entre los dirigentes del futbol mexicano. El torneo al que se vaya a clasificar se hará fácil, pero los resultados se presentan al contrario.

En este 2022, la Selección, en su categoría Sub-20 firmó uno de los peores resultados del año y de la generación: se quedaron sin la clasificación al Mundial de la categoría y perdieron el pase a los Juegos Olímpicos de París 2024. Se acabaron los sueños, se acabó la seguidilla de clasificarse por cuarta ocasión consecutiva y se acabó la idea de poder competir en el máximo torneo de categorías menores. Como ambos boletos se conseguían en un torneo de la Concacaf, México, con su falsa idea de “Gigante”, restó importancia la clasificación y terminaron por quedar fuera a manos de Guatemala en tanda de penales.

La idea no es llegar caminando a este tipo de torneos, la idea es darle seguimiento y regularidad a las distintas categorías. Regularmente se confunde la capacidad con la experiencia. En Londres 2012, ambas fueron elementales en cada jugador para grabar sus nombres con letras de oro. Pero los espejismos siguen vigentes después de 10 años.

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