México consume todo lo que tenga que ver con futbol. Sus aficionados van al estadio, ven los partidos por televisión (o por cualquier plataforma), compran playeras, mochilas, llaveros. Todo se vale cuando se habla de este juego. Aunque el balompié nacional se encuentre paralizado, en un momento de estancamiento competitivo, desde el aspecto comercial no deja de ser un éxito para todos los implicados, siempre a costa de una afición que se muestra inconforme con resultados y con las costumbres, pero que sigue consumiendo todo lo que se pueda.

Según una investigación del portal El Míster, es México el país en donde más caro es adquirir una playera de un equipo de futbol. El promedio es de 87 dólares, es decir, unos 1577 pesos, dependiendo del tipo de cambio del día, pero la aproximación es ese número. En Colombia, un jersey puede adquirirse por unos 41 dólares, menos de la mitad de lo que cuesta una playera en México. En el caso de Argentina, como se menciona en el estudio, la inflación de aquel país puede verse reflejada en el aumento de precio de sus jerseys: en 2013, una playera de Boca o River costaba unos 579 y 699 pesos argentinos, y diez años después ser pueden comprar por 16 mil 999 pesos argentinos, unos 85 dólares.

La cifra es un promedio, pues las camisetas más caras de Latinoamérica son las de Nacional de Uruguay y Vélez de Argentina (120 y 102 dólares, respectivamente). La más costosa en México es la de Tigres con 87 dólares, pero al sumar el costo de todas las playeras de la Primera División, es en donde la Liga MX se pone a la cabeza en la región.

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El estudio también arrojó otra conclusión de relevancia: México es el segundo país más caro de Latinoamérica para asistir a los estadios de futbol. En ese rubro, solo se encuentra por debajo de Brasil, que debió elevar sus precios de acceso por las construcciones y remodelaciones del Mundial de 2014. Según la investigación, en 2013 un aficionado podía pagar unos 256 pesos para acudir a un ‘Clásico Nacional’ entre América y Chivas, y ahora, diez años después, el costo puede ser de unos 998 pesos. Por otro lado, y en sintonía con el incremento de los precios, la camiseta costaba, en promedio, unos 999 pesos en ese entonces. Y sumar que los equipos sacan dos equipaciones al año, cuando empieza al torneo, pero suelen anunciar una tercera a mitad del año futbolístico.

No se puede negar que la inflación afecta a todos los rubros de una sociedad y el deporte, en este caso el futbol, que siempre está activo, no puede quedar fuera de esa dinámica. Pero dice mucho que México esté en la cima de ambas mediciones, sumada a la de ser el país que más debe pagar por ver futbol, y eso sí en todo el continente, incluyendo a Estados Unidos con la MLS. Los resultados deportivos decepcionantes, evidenciados en el último Mundial como colofón de una estrategia deportiva mediocre en todos los plazos, y el poco atractivo que a nivel de entretenimiento ofrece la Liga MX no son un impedimento para que la afición consuma este producto, el más caro en su rubro, y que lo haga de manera constante como para que las marcas y los equipos no tomen en cuenta la opción de hacer rebajas o de ofrecer mejores planes (tanto en mercancía, acceso a los estadios y transmisiones de partidos).

Por ejemplo, si ir al estadio ya representa un gasto fuerte, porque además del boletaje, se gasta en el traslado y en el consumo al interior o exterior, la otra alternativa, ver los partidos en casa, sale también muy costosa: más de 500 pesos al mes para ver toda la liga mexicana. De cualquier modo, el gasto elevado es una garantía. Se puede tener conciencia de que se consume el producto más caro del continente, pero sin la garantía ya no de que sea el mejor, sino meramente que sea entretenido.

Sorprende que un futbol, como el mexicano, que hace todo lo posible para que las cosas le salgan mal, goce de la venia de la afición, que permanece atenta no sólo a todas la novedades contextuales (partidos, jugadores, convocatorias, escándalos), sino que también esté dispuesta a desembolsar precios altos, los más altos de América Latina, para dar seguimiento a un conjunto de equipos, jugadores, entrenadores y directivos que, mayoritariamente, ofrecen un producto plano, gris, que sólo es emocionante durante las tres semanas de la fase final, y a veces ni eso. Pero como se dice: en el corazón no se manda. Y el de los aficionados mexicanos está entregado a sus equipos de futbol.

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