No abunda el talento en el futbol mexicano y, encima, Monterrey hace cuanto puede por enterrarlo. Los Rayados han puesto en práctica un mecanismo que, voluntariamente o no, ha bloqueado el crecimiento de muchos jugadores nacionales. No son los únicos en hacerlo, pero sí quienes más regularidad muestran en esa tendencia de estropear carreras, como se dice. Porque sí, es verdad que nadie obliga a los jugadores a firmar con ellos, pero tampoco nadie obliga a Rayados a ejercer con tanta frecuencia como barrera entre los jugadores y el futbol de élite —sobre cuando cuando su billetera les permite bucear en otras latitudes—.

En días recientes, la afición azteca se ha congratulado por el debut de César Montes en el Espanyol. El canterano de Monterrey cumplirá 26 años en este 2023. Debutó en el lejanísimo 2015. No ha habido mercado de pases, desde entonces, en el que no se haya rumorado una salida a Europa. Tuvieron que pasar siete años para que, al fin, el Cachorro se marchara al Viejo Continente. Lo habían buscado de Rusia y también de su actual equipo, que insistió y finalmente se hizo de sus servicios.

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Montes no ocultó su molestia, en septiembre pasado, cuando se quejó de que la directiva rayada no había cumplido con su parte de un compromiso que tenía como misión su pasaje a Europa: “Habrá que preguntarle a ellos (si han cumplido), yo con mi palabra he cumplido. Está claro que cuando renové dije que quería dejar algo para la institución y habrá que preguntarle a ellos. Mi estabilidad está con la institución, tengo el objetivo de ir a Europa, también todos saben que hace un año renové, cumplí con mi palabra y en ese entonces se acordaron muchas cosas”, señaló el central ante los medios. Montes renovó contrato en 2021 con la intención de no salir sin dejar dinero en las arcas del club. Al final, le cumplieron: se fue a Europa pero con mucho tiempo de retraso.

¿Qué jugador sería hoy César Montes si lo hubieran vendido a Europa hace tres o cuatro años? Por eso, Jesús Tecatito Corona tuvo que recurrir al método de la presión: forzar su salida y negarse a entrenar. En 2013, el volante se marchó al Twente de Países Bajos por la puerta trasera. Decían que se había equivocado y que era una imprudencia propia de un jugador inmaduro que perdió el piso muy rápido: está por cumplir diez años en el futbol europeo, casi siempre con regularidad y en muchas temporadas, sobre todo en su paso por el Porto, como jugador clave. Si no hubiera hecho aquello de meter presión, su destino estaba trazado: quedarse por mucho tiempo en Monterrey y postergar, o anular, el sueño europeo.

Es lo que han hecho muchos jugadores mexicanos que, en algún momento, manifestaron las facultades necesarias para jugar en Europa. Los casos abundan: Rodolfo Pizarro, Érick Aguirre, Jesús Gallardo, Luis Romo. Son tan solo algunos de los más cercanos en el tiempo. Y ni hablar de Carlos Rodríguez, el canterano más ilustre de Monterrey en los últimos años: prefirieron hacer un cambio con Cruz Azul (por Luis Romo) antes de darle algún tipo de salida a Europa —talento tiene, pero se ha quedado estancado y más sin el estímulo de un futbol verdaderamente competitivo—. También están los casos de aquellos jugadores repatriados, aunque la mayoría ya tenía poco que dar fuera de México: Ricardo Osorio, Miguel Layún, Héctor Moreno (que ya no jugaba en Europa).

De acuerdo con ESPN, Rayados buscó el fichaje de Luis Chávez, el futbolista mexicano de moda, y fracasó. Había sido un balazo en el pie para el jugador, si es que pretende crecer, ir a Rayados. No es tan joven, pero tiene la capacidad de jugar en Europa. Está a tiempo de evitar el camino en el que tantos jugadores mexicanos han caído. Porque sí, ellos son libres de elegir la vida que quieren y nadie puede meterse con eso; pero en el ámbito deportivo, tampoco se puede mentir: Gallardo dijo que jugar en Monterrey es como jugar en Europa.

No lo es. México jugó la Copa del Mundo con un promedio de ocho jugadores de la Liga MX. No pasó de fase de grupos por primera vez en casi treinta años. Y Rayados se fue eliminado del Mundial de Clubes, el año pasado, por el Al-Ahly de Egipto. Sí, Monterrey ve por sus intereses y no tienen ninguna obligación de salvaguardar la mejoría futbolística de los jugadores mexicanos (ya está demostrado que jugar con ellos es un paso hacia la medianía), pero que tampoco se indignen cuando se les diga la verdad: son un lastre para el talento mexicano. Y que eso impacta directamente en bochornos como el visto en Qatar 2022.

Y lo disfrutan, por lo visto, pues no dejan de hacerlo, aunque con el dinero que pagan por mexicanos podrían comprar más cantidad, y quizá calidad, de jugadores en otros mercados. Además, su afición parece contenta con el rol: dicen que disfrutan ser odiados por quienes los ven como un destino maldito para los jugadores aztecas. No reparan en que todos salen perdiendo con esta fórmula: Rayados, que acumula fracaso tras fracaso en la Liga MX; los jugadores, que se quedan atrapados en la dimensión del futbol doméstico, y también ellos, la afición, que se ilusionan con buenos fichajes que, al final, se convertirán en una decepción.

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