Rafa Márquez cimentó una carrera única en el futbol mexicano. Nadie ganó la Champions League ni antes ni después de él (Jonathan dos Santos lo hizo, pero seamos sinceros, nadie lo recuerda porque lo hizo como jugador de banca de la banca). En Selección Mexicana jugó cinco Mundiales y marcó una época. Sí, que cometió errores es verdad, pero sin su presencia, muchas noches negras habrían estado garantizadas. No hay discusión cuando se habla de él como futbolista, pero como entrenador todavía está en un proceso de formación.

Por eso dirige al Barcelona Atlhétic, la filial del FC Barcelona. Entre los nombres que suena para llegar a la Selección Mexicana ha surgido el suyo. Se argumento, desde diversos sectores, que con él se puede replicar lo que hizo Argentina con Lionel Scaloni, director técnico sin experiencia que asumió el cargo y llevó a la gloria a La Albiceleste en Qatar 2022. No es así de sencillo. Ojalá en el futbol y en la vida todo se resumiera a recetas que imitar. Listo, el éxito sería cuestión de imitación.

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Es increíble. Se habla de mil y un perfiles. De candidatos reales, factibles y soñados. Se ha ido desde Luis Enrique hasta el regreso de Miguel Herrera. Y nadie habla de métodos ni de proyectos. ¿Cómo pretender que el futbol mexicano experimente un verdadero crecimiento si ni siquiera se sabe lo que se quiere? El periodista André Marín decía en una columna diciembre pasado, para Mediotiempo, que Márquez está muy preparado y que conoce el futbol mexicano a la perfección. Y nadie podría dudarlo: se ha preparado a fondo en Europa y tuvo a enormes maestros como entrenadores. Pero no hay ninguna necesidad de apurar procesos y de caer en la imitación porque sí.

Porque una cosa son los problemas estructurales del futbol mexicano que todos conocemos: que es mediocre, que no impulsa a los jugadores jóvenes, que está estancado en un sistema de competencia que le permite a cualquiera pelear por el título y a cualquier otro zafarse de las consecuencias de un pobre desempeño. Pero otra cosa es hablar del contexto, de que lo que está encima; el Tri no tiene entrenador y mientras no lo tenga, todos son candidatos, aunque no haya una idea de lo que se quiere para el equipo y por se hable de opciones tan distantes entre sí.

No se puede comparar a Rafa Márquez con Scaloni ni con Zidane. Es pecar de ingenuidad. De hecho, aunque sean ambos ejemplos cercanos en el tiempo, prevalece más en el futbol la tendencia a fracasar por parte de quienes fueron jugadores ilustres y entraron al mundo de la dirección técnica. Scaloni, por ejemplo, no fue un jugador de prosapia pero en Argentina vieron en él algo más que su currículo como jugador: sus ideas, su proyecto y la convicción de que podía hacerse cargo de una papa caliente. Y en su cuerpo técnico, como ayudantes, estuvieron hombres que fueron mucho más brillantes que él como jugador: Pablo Aimar, Walter Samuel, Roberto Ayala.

“Siendo mexicano creo que la ilusión sí está y el sueño de poder ser entrenador de la Selección Mexicana. Hoy en día están muy claros mis objetivos, que es seguirme desarrollando, ir aprendiendo. Estoy en un puesto que me puede dar mucho aprendizaje y hasta que no tenga esas garantías, no sabemos cuándo”, dijo Márquez en entrevista del año pasado a TUDN. Sabe que la oportunidad le llegará, pero también debe entender, y deben entender todos lo que lo ponen como candidato, que no puede ir a la guerra sin fusil. Le queda un camino por hacer antes de tomar las riendas del Tri. Y eso no quita que su trayectoria haya sido inmensa.

Finalmente, y desde luego, está el aspecto de la materia prima: México no puede compararse en talento con el que tiene Argentina. Ni en calidad ni en cantidad. Los contextos son totalmente diferentes como para sugerir que porque Scaloni triunfó en Argentina porque era joven en México también lo podrá hacer Márquez. Así no funcionan las cosas en el futbol y es mejor aceptarlo antes de llevarse alguna desilusión.

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