A medida que los conservadores se movilizan en torno a cuestiones sociales, el Partido Republicano está chocando con el mundo empresarial estadounidense. ¿Las diferencias terminarán por romper su histórica alianza con los grandes negocios?

En casa de Sarah Fields, una activista conservadora y madre de tres hijos de Texas, algunas de las marcas más importantes de Estados Unidos ya no son bienvenidas.

Primero se alejó de Disney, disgustada por los programas infantiles en los que aparecían parejas homosexuales.

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Después siguieron los boicots a los productos para la piel Olay y a las cervezas Bud Light de Anheuser-Busch por trabajar con la estrella trans de las redes sociales Dylan Mulvaney.

“Lo mío es proteger a los niños. Empecé a prestar atención la primera vez que vi que las empresas promovían cualquier tipo de ideología LGBTQ o trans entre los menores”, dice Fields, de 36 años. “Hay tantas otras, que apenas puedo llevar la cuenta”.

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