Carlos Hurtado*

La escasez de agua ha acaparado los titulares de la mayoría de los noticieros en el país, pero sobre todo las mentes de quienes la sufrimos cada día. De acuerdo con información de la Comisión Nacional del Agua, el 59.86% del país presenta condiciones de sequía de moderada a extraordinaria.

Aunque esos porcentajes son ligeramente menores a los del último reporte oficial, no dejan de ser preocupantes, ya que el sector depende del suficiente abasto de agua para proveer de alimentos a la población. En este sentido, la crisis hídrica puede llegar a cambiar permanentemente el paisaje de los agronegocios, abarcando prácticamente todos los subsectores. Esta realidad tiene un impacto directo en la seguridad alimentaria, hablando de disponibilidad de productos y, por consecuencia, en la comercialización y los precios.

Aunque el fenómeno es global, México puede verse especialmente afectado, ya que la escasez de agua está obligando a muchos agricultores estadounidenses a dejar la producción en su país, lo que implica el incremento de la actividad en el nuestro. Esta situación obliga a los productores mexicanos a ser más eficientes en el uso de los recursos disponibles para estar en condiciones de proveer a uno de los mercados más grandes – y exigentes – del mundo.

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En este escenario, la sustentabilidad juega un rol fundamental porque nos empuja a pensar y crear conciencia sobre la necesidad de gestionar los recursos de manera responsable, integrada y eficiente. Esto significa que no basta con reducir el consumo de agua, se trata también de administrar la energía, genética, fertilizantes, agroquímicos e incluso los recursos financieros de manera sostenible. Es por eso que todos los participantes en la cadena agroalimentaria, desde los proveedores, productores primarios hasta los industrializadores, comparten la misma responsabilidad.

En México, los efectos de la sequía se están evidenciando en las estimaciones de cosecha de los principales granos que se producen domésticamente y que, a su vez, impulsarán las importaciones. Según estimaciones del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), en el 2024 se espera un incremento del 6.3% en las importaciones de maíz y del 2.5% de las de trigo, con lo que la autosuficiencia alimentaria promovida por el actual gobierno se ve todavía más lejana. La situación para el ganado no es distinta. Aunque la expectativa es que se incrementen las exportaciones de res y cerdo, los productores tienen que sortear la baja producción de granos y la baja disponibilidad de pastizales para alimentar a su ganado.

Uno de los subsectores ganadores en los últimos años ha sido el hortofrutícola, no solo por la alta inversión en innovación tecnológica y alta eficiencia en el uso del agua y otros insumos, sino por las ventajas comparativas y competitivas del territorio mexicano. De acuerdo con información del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera del Gobierno de México (SIAP), del 2012 al 2022, el valor de la producción de este subsector pasó de 145 mil millones de pesos a más de 392 mil millones de pesos, es decir aumentó un 170%. GCMA estima que esta cifra rondó los 465 mil millones de pesos al cierre de 2023.

Lo anterior a pesar de que los exportadores de frutas y hortalizas fueron perjudicados, en cierta medida, por la fortaleza del peso observada desde inicios del 2022.

Si bien enfrentamos importantes desafíos y retos, podemos estar seguros de que el campo mexicano seguirá siendo una potencia exportadora y generadora de empleos. Debemos asegurarnos de que todos los participantes del sector agro del país trabajemos en la misma dirección para garantizar el buen manejo de los recursos, asegurar nuestro futuro y construir una verdadera sostenibilidad.

Contacto:

*Carlos Hurtado es Director de Agronegocios en Banco Sabadell

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