Los acontecimientos que han sacudido el mundo en los últimos años muestran una tendencia creciente de EE.UU. de usar su poder económico como un instrumento de castigo, hecho reconocido incluso por el propio Washington. En este contexto, cada vez más naciones se muestran preocupadas por la confianza en una moneda que depende en gran medida de las políticas de las autoridades de su país, y la excesiva dependencia de la cual podría golpearlas con dureza en el caso de convertirse en objeto de la presión económica.
Primera economía del mundo
Después de que el dólar fuera declarado la principal moneda mundial en la Conferencia Monetaria y Financiera de la ONU en la ciudad estadounidense de Bretton Woods en 1944, EE.UU. empezó rápidamente a ganar peso en la escena internacional y finalmente se convirtió en la primera economía del mundo, de cuyo bienestar depende gran parte de la comunidad internacional.
Este dominio es consecuencia de varios factores. En primer lugar, el dólar desempeña el papel de moneda vehicular a nivel mundial, es decir, las distintas divisas internacionales no se intercambian directamente, sino a través del dólar. En segundo lugar, tiene una gran popularidad en el comercio y en los pagos mundiales. Pero lo más importante es que resulta ser la moneda en la que se mantiene más de la mitad de las reservas oficiales de divisas del planeta.
Sin embargo, la historia de la humanidad muestra que ningún orden internacional puede durar eternamente. Aunque el billete verde sigue dominando en muchos aspectos, por ejemplo, como moneda vehicular, se puede ver que está perdiendo sus posiciones en las reservas de divisas. Su participación en las reservas oficiales ha experimentado un descenso, pasando de más del 70 % a principios de siglo a alrededor del 58 % en 2022. Y este hecho se explica en gran medida por las políticas llevadas a cabo por las autoridades estadounidenses tanto en el interior como en el exterior.
Problemas internos
Desde 2020, EE.UU. ha experimentado un aumento significativo de la inflación, ya que la pandemia causó tensiones en el mercado laboral, subidas de precios y problemas en la cadena de suministros. El año pasado, la inflación también se vio alimentada por los altos precios del petróleo y de los alimentos provocados por la agresiva política de sanciones de Washington contra Rusia.
Así, para combatir el aumento de la inflación, en marzo de 2022, la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) inició una subida de los tipos de interés, lo que aumentó el riesgo de recesión, se duplicaron los tipos hipotecarios, se elevaron los costes de los préstamos para automóviles y tarjetas de crédito, entre otros. Además, la subida de los tipos ha contribuido a la quiebra de varios grandes bancos estadounidenses y a la inestabilidad del sector bancario.
Aunque en abril de 2023 la tasa de inflación en EE.UU. fue el 4,9 %, frente al 8,3 % del año pasado, no está claro si la Fed, que tiene como objetivo el 2 % para el próximo año, conseguirá reducirla aún más. Como informó Bloomberg este mes, algunos gestores de activos de Wall Street dudan de que la inflación en el país disminuya al 2 %. Por ejemplo, Jason Bloom, director de macroestrategia global de fondos cotizados de Invesco, afirma que la inflación en el país seguirá siendo alta por los gastos masivos en infraestructura y las medidas para adoptar alternativas a los combustibles fósiles.
En este contexto, se podría concluir que la política económica interna de EE.UU. afecta directamente al atractivo del dólar, ya que, como señaló la Dra. Radhika Desai, profesora del Departamento de Estudios Políticos en la Universidad de Manitoba, en Canadá, en un artículo para RT, “¿cuál es el sentido de acumular su riqueza en dólares si están perdiendo valor a un ritmo cercano o incluso superior al ritmo en el que usted los está acumulando?”.
Uso más agresivo y expansivo de las sanciones
Al mismo tiempo, varios expertos señalan que la principal causa del debilitamiento de la hegemonía del billete verde es la política exterior de Washington. Desde febrero de 2022, EE.UU. y sus aliados han lanzado una campaña de sanciones sin precedentes contra Rusia por su operación militar en Ucrania. La lista de restricciones impuestas por Occidente incluye la congelación de activos rusos, cuyo valor se estima en más de 300.000 millones de dólares.
Estas acciones de las autoridades estadounidenses han provocado que muchos países fuera del círculo de amigos de Washington se pregunten qué le impide hacer lo mismo con ellos en caso de que sus intereses nacionales vayan en contra de las normas que los estadounidenses promueven en la arena mundial. El mejor ejemplo es la cuestión taiwanesa: en medio del deseo de China de reunificarse con la isla autogobernada, EE.UU. suministra armas a Taipéi y aplica una política calificada por las autoridades chinas como “flagrante injerencia en los asuntos internos” del gigante asiático. Así, el conflicto ucraniano ha demostrado a Pekín, que en repetidas ocasiones ha declarado que no descarta el uso de la fuerza para lograr la reunificación, que ya no puede confiar en el dólar como antes.
Cabe recordar que el Ministerio de Asuntos Exteriores de China indicó en un informe publicado este año que el dominio del dólar estadounidense “es la principal fuente de inestabilidad e incertidumbre en la economía mundial”. Subrayó que la hegemonía económico-financiera de Washington se convirtió en un arma geopolítica por las sanciones unilaterales contra China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela, Corea del Norte y otros países, afectando a alrededor de la mitad de la población global. “Estados Unidos de América se ha convirtió en ‘Estados Unidos de Sanciones'”, reza el documento.
“Los países han sufrido durante décadas el dominio del dólar estadounidense. El uso más agresivo y expansivo de las sanciones estadounidenses en los últimos años refuerza este malestar y coincide con las demandas de los principales mercados emergentes de una nueva distribución del poder mundial”, afirma Jonathan Wood, director de asuntos globales de la consultora Control Risks.
De acuerdo con Daniel McDowell, director de estudios universitarios en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Siracusa y autor de ‘Bucking the Buck: US Financial Sanctions and the International Backlash Against the Dollar’, a menudo es mejor dejar las sanciones como una amenaza y no llevarlas a cabo. “Ahora, un actor racional que sabe qué podría encontrarse en esta situación en el futuro va a prepararse para tal escenario”, explicó, añadiendo que en este caso las amenazas coercitivas de EE.UU. serán menos eficaces.
Cabe señalar que en abril de este año, la secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, reconoció que las sanciones económicas contra Moscú y otras naciones ponen en peligro el estatus del dólar estadounidense como moneda global. “Existe el riesgo, cuando imponemos sanciones financieras, de que estén vinculadas con el papel del dólar, que con el tiempo puede socavar la hegemonía del dólar. Claro que esto crea un deseo de encontrar una alternativa por parte de China, Rusia e Irán”, dijo.
“La desdolarización se está acelerando y continuará durante años”
Así, cada vez más naciones consideran la posibilidad de abandonar el dólar y pasarse a sus monedas nacionales. Por su parte, Rusia, el país más afectado por los efectos negativos del billete verde, también apoya el uso del yuan, la moneda nacional de China, en el comercio con sus socios de Asia, América Latina y África. Y esta tendencia está cobrando impulso en todo el mundo, y hay varios ejemplos:
Brasil. En abril, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, criticó duramente el uso generalizado del dólar, que, a su juicio, amenaza el futuro de la humanidad. “¿Por qué todos los países necesitan hacer su comercio respaldado por el dólar? ¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas? ¿Quién decidió que fuera el dólar?”, cuestionó.
En este contexto, Lula declaró que se necesita una moneda que “transforme a los países en una situación más pacífica, porque en la actualidad hay que correr detrás del dólar para exportar”, e instó a la creación de una moneda única del bloque BRICS, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Venezuela. En mayo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, manifestó que su país debe “insertarse en la iniciativa de la desdolarización del mundo”, y encomendó al Gabinete estudiar otras alternativas para el intercambio comercial.
Según Maduro, el billete verde sigue siendo la moneda de reserva y del sistema financiero mundial, lo que le permite al Gobierno norteamericano aplicar sanciones a otros países como China, Rusia, Venezuela o Cuba, entre otros. “El mundo llega a un momento en que se cansa, y además van surgiendo nuevos poderes económicos”, explicó, y sugirió avanzar hacia otro sistema “donde no se utilice la moneda para esclavizar a los pueblos”.
Bolivia. Unas semanas antes, el presidente boliviano, Luis Arce, adelantó que su Gobierno analiza la posibilidad de emplear el yuan chino para realizar transacciones internacionales, en lugar de hacerlas con dólares, señalando que “Bolivia, como algunos países de la región, enfrenta problemas de liquidez” de la moneda estadounidense. Subrayó que esta decisión es “un reconocimiento objetivo de los cambios geopolíticos” y “del nuevo polo que se está levantando en el mundo”.
Malasia. De acuerdo con el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, “no hay razón para que Malasia siga dependiendo del dólar” y el país ya está trabajando con Pekín para permitir que ambos Estados negocien asuntos comerciales usando sus monedas nacionales.
Egipto. El país árabe también busca reducir su dependencia respecto el billete verde en su comercio internacional, según señaló recientemente el ministro de Suministro del país, Ali Mosehly. “Consideramos muy firmemente el intento de importar desde países y autorizar [el uso de] sus monedas locales con la moneda egipcia. Esto todavía no ha sucedido, pero es un largo camino por el cual ya hemos avanzado, ya sea con China, la India o Rusia”, dijo.
Irán. Teherán y Moscú, con el tiempo, están aumentando el uso de sus monedas nacionales en pagos mutuos. Así, este viernes el presidente de la Cámara de Comercio ruso-iraní, Hadi Tizhoush Taban, anunció que el porcentaje de monedas nacionales en el comercio entre ambos países alcanzó el 60 %. Según sus palabras, más del 40 % del comercio bilateral se realiza en rublos, y Moscú “se ha convertido en el mayor inversor en Irán, donde ha invertido 2.700 millones de dólares en dos proyectos petroleros iraníes”.
Kenia. Por su parte, el presidente de Kenia, William Ruto, afirmó este lunes que los países africanos tienen que rechazar el dólar y adherirse al Sistema Panafricano de Pagos y Liquidaciones (PAPSS, por sus siglas en inglés) para facilitar el comercio en el continente. El mismo día, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, que fue al país con una visita oficial, señaló que el rechazo al dólar y la transición al comercio en monedas nacionales es un proceso que “tendrá un efecto curativo en la economía mundial”.
Además, en una cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) celebrada en Indonesia en mayo, sus miembros han acordado aumentar el uso de las transacciones en moneda nacional. Así, la ASEAN, compuesta por Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunéi, Vietnam, Laos, Myanmar y Camboya, espera aumentar el comercio dentro del bloque, profundizar la integración financiera regional y reforzar la resiliencia económica, entre otros.
Mientras tanto, los bancos centrales de Indonesia y Corea del Sur también han acordado ampliar el uso de las monedas nacionales para las transacciones bilaterales.
“Sin duda, la desdolarización se está acelerando y continuará durante años. EE.UU. tomó una decisión calculada de utilizar el dólar para provocar dolor, y es probable que haya consecuencias a largo plazo”, dijo Vishnu Varathan, jefe de economía y estrategia de Mizuho Bank Ltd., con sede en Singapur.