Si bien la economía estadounidense goza de buena salud en general, hay grupos de estadounidenses que han agotado sus ahorros y aumentado los saldos de sus tarjetas de crédito tras batallar contra la inflación durante más de dos años.

A los expertos les preocupa que los miembros de estos grupos —en su mayoría estadounidenses de ingresos bajos y medios, quienes tienden a ser inquilinos— se estén atrasando en los pagos de sus deudas y puedan enfrentar un mayor deterioro de su salud financiera en el año, particularmente aquellos que recientemente reanudaron el pago de sus préstamos estudiantiles.

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“La economía de Estados Unidos actualmente se desempeña mejor de lo que la mayoría de los pronosticadores esperaban hace un año, gracias en gran parte a un consumidor resiliente”, escribió Shernette McLoud, economista de TD Economics, en un informe publicado el miércoles. “No obstante, ese gasto se financia cada vez más con tarjetas de crédito”.

Los estadounidenses tenían más de 1.05 billones de dólares en sus tarjetas de crédito en el tercer trimestre de 2023, un récord y una cifra que seguramente crecerá una vez que la Federal Deposit Insurance Corporation (Corporación Federal de Seguros de Depósitos, o FDIC, por sus siglas en inglés) publique los datos del cuarto trimestre el próximo mes.

Un informe reciente de la compañía de calificación crediticia Moody’s mostró que las tasas de préstamos morosos y las tasas de cancelación de tarjetas de crédito —los préstamos que un banco cree que nunca se reembolsarán—, están ahora muy por encima de sus niveles de 2019 y se espera que sigan en aumento.

La Reserva Federal define la tasa de morosidad como los préstamos con más de 30 días de retraso, ya sea que acumulen intereses o no, y la tasa de cancelación como los préstamos eliminados de los libros contables y cargados contra las reservas de pérdidas, y que se anualizan, netas de recuperaciones.

Estas preocupantes métricas coinciden con la tasa de interés promedio de una tarjeta de crédito bancaria de aproximadamente 21.5%, la más alta desde que la Reserva Federal comenzó a rastrear los datos en 1994.

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La mayoría de los análisis sobre la salud financiera de los estadounidenses tienden a contar la historia de dos consumidores. Por un lado, los aproximadamente dos tercios de estadounidenses que son propietarios de sus casas y aquellos que han invertido en el mercado de valores y les ha ido sustancialmente bien. En general, cuentan con el colchón de ahorro necesario para hacer frente a la inflación alta. Las tasas de morosidad en viviendas unifamiliares se mantienen cerca de mínimos históricos y los precios de las viviendas han seguido en aumento.

Pero para el resto de los estadounidenses, las cosas se ven difíciles.

“Existen estos notables grupos de consumidores, en su mayoría inquilinos de ingresos medios y bajos, que no se han beneficiado del efecto riqueza de los precios más altos de la vivienda y de las acciones, y que sienten un estrés financiero que está elevando estos niveles de morosidad. A ellos la inflación les ha golpeado muy fuerte”, dijo Warren Kornfeld, vicepresidente sénior de Moody’s, en una entrevista

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