Jesús Garza*
La economía mexicana sorprendió en 2023 desafiando las expectativas de crecimiento de los principales analistas. El sector externo, de la mano de la inversión extranjera, y un incremento importante en la masa salarial real fueron los principales motores de crecimiento. Al mismo tiempo, la inflación se desaceleró por el ajuste alcista de las tasas de interés a lo largo del año y el peso continuó apreciándose impulsado por mayores exportaciones manufactureras, un número de remesas récord y la recuperación de los flujos del turismo. Además, se comenzó a detonar la inversión del nearshoring (la reasignación de inversión china hacia el país). Como resultado, es probable que la economía haya crecido a una tasa cercana al 3.5 % anual.
Si bien la economía presentó un buen dinamismo en 2023, este año hay riesgos que podrían afectar al crecimiento. El año pasado el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó el artículo IV para México, donde se reducen las expectativas económicas: 2.1 % para 2024 y 1.5% para 2025. Entre los principales factores destacan la baja productividad de la economía –que continúa perjudicando el crecimiento potencial del país en el mediano plazo—, una educación que se deteriora –evidenciada por el Informe PISA— y la pobre asignación de recursos a la ciencia y tecnología – tan solo 0.3 % del PIB—. Estos factores están mermando la capacidad productiva de México a largo plazo.
La desaceleración de la actividad económica en 2024 está relacionada con un menor dinamismo de la industria estadounidense debido a una política monetaria más restrictiva. Si bien el presupuesto federal estima un aumento importante en el gasto público para este año, el crecimiento será perjudicado por un sector externo menos dinámico. El índice de gerente de compras del sector manufacturero en los Estados Unidos (PMI, por sus siglas en inglés) se mantuvo en contracción en diciembre (47.9 puntos, debajo de 50 puntos se define como contracción). Este efecto incrementará el desempleo en el país.
Respecto a la inflación, ésta registró un repunte importante durante la primera quincena de diciembre, al ubicarse en 4.46 % anual desde un nivel de 4.3 % en noviembre. Los incrementos salariales, cuando no se produce un aumento en la productividad, presionan a los precios al consumidor, sobre todo los relacionados con los servicios (5.4 % en la primera quincena de diciembre). Un riesgo adicional para 2024 es el déficit fiscal propuesto, que se estima aumentará de 3.9 a 5.4 % del PIB. El FMI anticipa un nivel de endeudamiento para México de 52.7 % anual en 2023, pero podría elevarse aún más en 2024 debido a una política económica procíclica.
Recordemos que el 2024 es año electoral tanto en Estados Unidos como en México, lo que estará impactando en la economía real de ambos países. El aumento del déficit fiscal en México tiene tintes electorales, ya que no existe una desaceleración económica tan abrupta que justifique un aumento en el gasto público a expensas del deterioro del balance fiscal. Lo anterior podría perjudicar a las acciones de política monetaria del Banco de México, que ya habría contemplado reducir la tasa de interés durante el primer trimestre de 2024.
En ese contexto, se espera que la política monetaria sea más acomodaticia en línea con la tendencia bajista de la inflación, aunque es probable que el recorte de tasas sea menor en México que en Estados Unidos. La reducción de las tasas de interés tendrá un efecto favorable para la economía real y los mercados financieros, ya que hasta ahora la política monetaria restrictiva ha mermado la tasa de crecimiento de la economía global. Asimismo, el comienzo del ciclo de menores tasas de interés será bienvenido para el costo de financiamiento de los gobiernos.
Con todo, la economía en 2024 seguirá expandiéndose, pero a un ritmo más moderado. La tendencia bajista de la inflación continuará, aunque con presiones al alza debido al incremento en el déficit fiscal. El efecto nearshoring será positivo, pero su crecimiento potencial estará limitado por bajos niveles de productividad que están relacionados con un pobre nivel educativo y una baja inversión en ciencia y tecnología.