El número de personas que padecen hambre en América Latina y el Caribe aumentó un 30 por ciento desde 2019 debido a aspectos como la pandemia de COVID-19, la crisis climática y la guerra en Ucrania.
Así lo indica en una entrevista con EFE el subdirector general y representante regional para América Latina y el Caribe de la FAO, Mario Lubetkin, quien asegura que “hay más de 56 millones de personas en una situación de hambre”, un 30 por ciento más que los 43 millones que había en 2019.
Proteger a los productores
Durante la charla, resalta que la cuestión climática “cada vez está pesando más” y añade que, en algunas ocasiones, en la región -y en Europa- se dan combinaciones “dramáticas” de sequías e inundaciones, por lo que aboga por “proteger a los productores”.
El encarecimiento de los precios surge a partir de la destrucción completa de plantaciones, pero también es la afectación tremenda de los pequeños productores de la agricultura familiar, entonces es un doble efecto”, puntualiza el subdirector.
Por ello, propone “prevenir lo previsible y mitigar lo mitigable” para preparar a los pequeños productores y a la agricultura familiar de un escenario que “puede afectar terriblemente”, una situación para la que los Gobiernos y las instituciones internacionales “tienen que prepararse para ayudar económicamente”.
“Primero, afrontar el momento de la mejor forma posible; segundo, generar fondos adecuados para absorber el impacto al operario, y tercero, que los actores, en este caso Gobiernos y el sector público y privado, logren absorber parcialmente el impacto de los precios que va a ir directamente sobre el consumidor final”, resume Lubetkin.
Importancia de la agricultura familiar
En este sentido, el representante de la FAO en América Latina y el Caribe sostiene que la institución hace “un esfuerzo muy grande en la agricultura familiar”, debido a que representa el 80 por ciento de la base de trabajo a nivel de los terrenos y porque “garantiza producción de calidad”.
De hecho, en 2019 comenzó el Decenio de las Naciones Unidas de la Agricultura Familiar (2019-2028) con el objetivo de reivindicar el desempeño de estos emprendimientos familiares en la erradicación del hambre, la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible, especialmente en las zonas rurales.
Una de las iniciativas que la FAO tiene sobre la mesa es llevar la agricultura familiar a los comedores escolares para que, a partir de la producción en distancias pequeñas, los estudiantes “tengan la garantía de almorzar” porque “es la mejor forma de razonar”.
Argumenta que no proteger a la agricultura familiar “supone un peligro” porque “si al agricultor familiar se le destrozan sus propiedades, va directamente a la línea de la pobreza, en la cual no hay una amortiguación”.
Compromiso con la innovación
Otra de las líneas de trabajo que se impulsa desde la FAO son los procesos de innovación y digitalización para “hacer mucho más en mucho menos” y así promover la seguridad alimentaria y el desarrollo agrícola.
Esta apuesta por la transformación del sector se ha traducido en proyectos como “mil aldeas digitales”, pensado para entregar apoyo y asistencia a los países para mejorar el uso de herramientas digitales en los sistemas agroalimentarios y los territorios rurales.
En concreto, en América Latina y el Caribe esta iniciativa va destinada al turismo rural y busca ayudar a las comunidades locales a aprovechar las ventajas que ofrece el entorno digital para promocionar sus servicios turísticos, aumentar ingresos y generar empleo.
Hoy siento que hay un escenario de mayor concienciación y responsabilidad por parte de las autoridades, porque la realidad de la transformación de los sistemas alimentarios se ha colocado al centro de la atención de Gobiernos y de la opinión pública como nunca antes en la historia”, concluye Lubetkin.