Salvador Guerrero Chiprés*
La incursión de apenas cuatro meses de Elon Musk en la administración de Donald Trump, al mando del Departamento de Eficiencia Gubernamental deja una moraleja que ni los algoritmos de Tesla podrían ignorar: el Estado no es un startup ni la nación un mercado de riesgo.
En los corredores del poder, donde el capital y la política suelen entrelazarse, hay quienes pretenden volar cerca del sol sin medir el riesgo de ver derretidas sus alas.
La incursión de apenas cuatro meses de Elon Musk en la administración de Donald Trump, al mando del Departamento de Eficiencia Gubernamental —traje hecho a la medida para el magnate llamado el “rey del multitasking”— deja una moraleja que ni los algoritmos de Tesla podrían ignorar: el Estado no es un startup ni la nación un mercado de riesgo.
El magnate prometió cortar dos billones de dólares del gasto federal; solo redujo una décima parte de esa cifra. La motosierra administrativa falló. Previo a su despedida formal el viernes pasado en conferencia en la Casa Blanca, reconoció con CBS la gravedad de la maquinaria burocrática: “francamente, me decepcionó ver ese enorme proyecto de ley de gastos”.
Trump admitió “lo poco desagradable” que puede llegar a ser el gobierno, del cual Musk —a quien reiteró como amigo— “no necesitaba”.
Todo bajo un contexto de dudas ante los encuentros de Eric Trump y Donald Jr. con donantes o por los vínculos de Ivanka con capitales tecnológicos, al tiempo que la administración coquetea abiertamente con las criptomonedas y plataformas descentralizadas.
¿Quién vigila a quienes se sientan en la mesa del poder con un ojo en las regulaciones y otro en su portafolio digital?
Esto episodios ilustran una verdad incómoda: el poder no debe otorgarse a quienes traen consigo intereses arraigados en los beneficios de corto plazo. El segundo mandato de Trump alberga personajes con marcados conflictos: empresarios, donantes y figuras que orbitan por gratitud financiera.
Contrastan, en este escenario, las decisiones tomadas al sur de la frontera. Tanto la Presidenta Claudia Sheinbaum como la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, han conformado gabinetes centrados en políticas orientadas al bienestar social, la justicia, inclusión y equidad; donde la democracia y participación ciudadana anteceden a la lealtad política o intereses corporativistas y empresariales. El compromiso social y la voluntad de servicio han sustituido al compadrazgo como criterio de selección.
El caso de Musk refleja una realidad: no basta con tener visión, ni siquiera ingenio, gobernar requiere comprensión del equilibrio institucional y una brújula ética libre de interferencias bursátiles. Llegar al espacio y regresar ileso demanda mucho más que construir el cohete más grande y potente de la historia, como el Starship de SpaceX que en su noveno vuelo volvió a fracasar.
Ícaro, en su intento por escapar de la isla de Creta, utilizó alas artificiales pegadas a su cuerpo con cera. Desatendió los consejos de su padre Dédalo de no acercarse demasiado al sol y al derretirse la cera perdió el plumaje y cayó al Mar Egeo.
Con Trump y Musk fue el cohete… de la codicia.
Sobre el autor:
Salvador Guerrero Chiprés es Coordinador General del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la Ciudad de México.
X: @guerrerochipres
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Twitter: @C5_CDMX