Alfredo Paredes
La denominada ‘huella de agua’ nos lleva a un estado de crudeza terrible. Por ejemplo ¿alguna vez has reflexionado cuento cuesta llevar agua a tu vivienda? ¿Todo lo que eso implica y afecta al medio ambiente? ¿has pensado en el impacto que tiene sobre el sistema hídrico producir los alimentos, la ropa o los artículos que usas cotidianamente?
Desde hace tiempo, en un intento por hacer conciencia social y llamar la atención sobre temas relacionados con la emisión de contaminantes -concretamente gases de efecto invernadero- se habla de la huella de carbono.
En resumen y sin muchas complicaciones nuestra huella de carbono es una forma de medir lo que implican las actividades humanas y el impacto que tienen sobre los ecosistemas, el medio ambiente y que puede medirse en desperdicio, contaminación, basura y el uso de sustancias químicas, plásticos y otros elementos nocivos.
Debido al cambio climático y ahora específicamente derivado de los múltiples problemas vinculados al agua, los especialistas, científicos e investigadores han asumido hoy “la huella de agua” también como parte de estos esfuerzos para elevar el nivel de atención, intentando movilizar y activar a la sociedad, incentivar a las empresas a tomar medidas urgentes y llamar a la acción a gobiernos y organismos internacionales.
Mas allá de los números toma en cuenta lo siguiente: primero, se requiere de una monumental infraestructura: presas, canales, cientos, miles incluso de kilómetros de tuberías, plantas tratadoras, enormes sistemas de filtración y de bombeo todo ello además conectado a fuentes naturales de abastecimiento como ríos, lagunas, manantiales, pozos o el mar si se cuenta con desaladoras.
Ya puedes ir calculando lo que cuesta suministrar energía, operar, dar mantenimiento y tener en optimas condiciones tal equipamiento. A esto debes sumarle el impacto sobre el medio ambiente, los ecosistemas, las áreas naturales y representa desequilibrios adicionales y devastación sobre la fauna, la flora y en general todos los seres vivos cuya disponibilidad de agua se ve alterada.
Esto incluye a comunidades, pueblos, regiones, áreas de cultivo, cosecha y siembra. Prácticamente las grandes concentraciones urbanas se vuelven un depredador hídrico que no cesa en sus ansías de devorar y consumir el vital líquido a expensas de todo lo que le rodea.
Puedes continuar calculando tu “huella de agua” con actividades muy simples, considerando cuantos litros de agua se necesitan y se consumen para que tu accedas y tengas disponible en un local cosas como estas: una hamburguesa (400 litros de agua), un litro de leche (67 litros de agua), una taza de café (22 litros de agua)
La producción agrícola consume cerca del 70% de toda el agua que usa el ser humano, cientos de litros de ella se requieren para que tengas tomates, lechugas, espinacas, vegetales, hierbas, maíz, flores y verduras a la mano todos los días, agrega más números a tu “huella de agua”.
Vaya el propio consumo de agua simple, pura, cristalina es todo un reto, imagina alrededor de 8 mil millones de seres humanos que necesitan por lo menos 2 litros de agua al día, para el 60% de ellos no es problema, pero para el restante 40% el asunto es casi de vida o muerte, implica acarrearla desde muy lejos, muchas veces desde locaciones a kilómetros de sus hogares, ni siquiera pensar en un baño, alberca o sistemas de riego para sus jardines. Aquí el asunto se torna también político, social y de equidad.
La problemática se pone peor cuando piensas en los efectos nocivos de una actividad industrial que no cesa de usarla sin el más mínimo control; que la desperdicia a su antojo y que le agrega peligrosas sustancias químicas, aditivos, colorantes, solventes, fertilizantes, pesticidas, desechos radioactivos y metales o elementos causantes de muchas enfermedades.
La ropa, los accesorios, la bolsa y hasta la cubierta del teléfono que usas significaron contaminar miles de litros de agua ablandadores, mezcladores, reductores, peligrosos colorantes de pieles, fueron enjuagados, lavados, pulidos muchas veces y en la extracción, producción y conservación de los materiales con que fueron hechos también se gastaron, contaminaron y desecharon sin tratamiento otros metros cúbicos adicionales de agua.
Así que, si revisas tu entorno iras descubriendo las trazas de tu “huella de agua”, la que se extiende cada vez que abres el grifo y la usas descontroladamente, en cada descarga sanitaria y en la botella de agua que compraste y que descartas después de un solo trago.
Aun un hogar es una fuente compleja de contaminación hídrica, solo piensa un poco en lo que es que en tu drenaje se mezclen jabón, champú, aceites comestibles, desperdicios de alimentos, grasas, diversos condimentos, detergentes, acondicionadores, suavizadores, cloro, químicos de limpieza y desechos orgánicos.
Nuevamente en cada paso que das hay una “huella de agua” en una ciudad hay cientos de formas en la que se expresa. Muchas veces el mayor problema es que grandes cantidades (estimado de 40%) solamente se desperdicia por fugas, por negligencia, corrupción o por -simplemente- antojo.
Las lluvias implican una percepción menos relevante del cambio climático y la crisis hídrica; lamentablemente, son solo un paliativo temporal, únicamente lo que cada quien haga para reducir su “huella de agua” puede aportar algo para que esto pueda mejorar.
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