José Antonio Flores Vargas

La democracia se ha impuesto en la teoría y en la práctica como el único régimen posible para las sociedades modernas. Aquellas naciones que no contaban con un sistema democrático, o conservaban instituciones no democráticas, fueron modificando paulatinamente su marco constitucional y su estructura política, a efecto de acercarse a los cánones de la Organización de las Naciones Unidas.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en el último cuarto, han disminuido las dictaduras militares y los gobiernos totalitarios de tipo populista, para más o menos, instaurar regímenes democráticos, alguno en desarrollo y otros en tránsito de consolidación.

En nuestro país y durante la época que gobernó el PRI de manera absoluta, por razón de ese absolutismo político, desde diversas latitudes se llegó a decir que en México se vivía “la dictadura perfecta”, como lo definió el escritor Mario Vargas Llosa. Sin embargo, a diferencia de otros regímenes políticos, no se puede aceptar lo dicho por el escritor peruano.

Los más de 70 años que gobernó el PRI de manera ininterrumpida, nunca lo hizo con un mismo hombre, como ocurre en las dictaduras. Fue con un mismo sistema de partido, pero en ello existe una distancia política abismal. Es normal que todo gobernante desee entregar la estafeta a alguno de sus correligionarios. Nadie quiere entregar el poder al adversario, y si no, pongamos atención a la sucesión en los Estados Unidos. Obama quiere que llegue Hilary y no el desquiciado Trump.

Si hablamos de nuestra tierra, tenemos que reconocer que en Veracruz se viven tiempos revueltos e históricos. El domingo pasado, la ciudadanía participó en una elección donde votó para echar al mal gobierno, sin importar cómo será el que viene. El golpe mortal que la sociedad asestó al priismo, sobre todo al régimen de Javier Duarte, es una señal evidente de que la gente quiere fuera del mando a quien no manejó adecuadamente el gobierno de Veracruz.

Los señalamientos por presuntos actos de corrupción, desvió de dinero público, represión a la libertad de expresión y un largo etcétera, se van revelando cada vez más, y no porque se hayan presentado pruebas legales que fulminen de una buena vez a los funcionarios y ex funcionarios de esta administración gubernamental, sino por los tropiezos y contradicciones en los que cae el Ejecutivo del Estado.

El detonante fue un video difundido en YouTube, por el propio Javier Duarte, donde nos dice que ha sido agredido y lastimado por los señalamientos, “sin fundamento”, que se propinan en su contra. Esto recuerda a la meretriz que no le gusta que le llamen meretriz.

Héctor Yunes ya aceptó su derrota. El OPLE presentó al Comité Científico, y nadie desacreditó su trabajo. La única realidad es que la población ya decidió. La democracia, sea como sea, no permitió que Duarte entregue la estafeta a un miembro de su partido político. Los veracruzanos esperan que esta administración no pierda la oportunidad de quedarse callada y acate el mandato de las urnas.

Querer pasarse de listo, equivale a querer tomarle el pelo a una sociedad lastimada y ofendida. Sería tanto como ir a alborotar el avispero.

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