José Antonio Flores Vargas

El campo veracruzano parece vivir sus más tristes momentos. Desde hace tiempo, sólo en la nota roja se sabe de su existencia. Con demasiada frecuencia ya, se lee en los periódicos que varias zonas inaccesibles, antaño tranquilas, han sido convertidas en verdaderos camposantos por la delincuencia organizada.

Parajes verdes por los que la gente solía transitar sin sobresaltos, ahora se ven como páramos desiertos y peligrosos, llenos de fantasmas y desaparecidos, por los que es mejor no asomarse. En esa situación, se encuentran amplios territorios de municipios lejanos como Pánuco, Ozuluama, Acayucan y Tierra Blanca, o municipios aledaños a la capital del estado, como Actopan y Emiliano Zapata.

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 También en épocas de ciclones y lluvias torrenciales, o cuando ha habido sequías, es cuando se ha hablado del campo agropecuario veracruzano. Pero ahí no hablamos de apoyos para producir, simplemente se habla de pagos compensatorios para resarcir un poco los daños causados por esos fenómenos.

En realidad, el principal apoyo que reciben muchos municipios rurales, es el dinero que envían los miles de migrantes que trabajan en Estados Unidos, y que por fortuna, empiezan a sentir mejores condiciones para mandar recursos a sus familiares.

Los jóvenes no saben que Veracruz ha sido uno de los principales productores agropecuarios del país. Y lo ha logrado gracias a la generosidad de la tierra y al esfuerzo de los productores veracruzanos, más que al apoyo gubernamental que pueda llegarles.

Tiene algunos años, que casi no se sabe de programas nuevos, de apoyos económicos o en especie, o de incremento de cosechas o de cabezas de ganado. El campo se sostiene contra viento y marea, porque sin el sacrificio y la lucha, los productores y trabajadores de esos ramos, dejarían a sus familias en situación altamente vulnerable.

Estas semanas, mucho se ha informado de deuda bancaria y de pasivos estratosféricos en Veracruz, cercanos a los 170,000 millones de pesos, que desde luego, apagan cualquier comentario sobre la marcha de la producción estatal del campo.

Pero también este silencio se debe a falta de compromiso de funcionarios de esos ramos, buenos para la política, según ellos mismos, y mejores para inutilizar presupuestos. Ayer por ejemplo, dirigentes campesinos estatales denunciaron fuertes devoluciones de recursos federales, cercanos a los 1,400 millones de pesos, que no se aplicaron en el campo veracruzano. Esta situación demuestra la inoperancia y negligencia, desde el gobernador, hasta los secretarios corresponsables, uno de ellos, el señor Ramón Ferrari.

En lo alto de la cúpula, poco se verá en estos meses, en torno a los asuntos campiranos y productivos. La energía de los gobernadores saliente y entrante, está dedicada al cien por ciento a los dimes y diretes y a la competencia de denuncias mediáticas. Es decir, al grito, al circo y a la burla. El campo no es tema. La siembra, los rancheros y los campesinos, sólo están en películas viejas que nadie ve.

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