Esclarecedor resultó el reportaje sobre el proyecto minero que tratan de poner de moda en el estado y que ayer diera a conocer el periódico Imagen del Golfo con el título Mineras envenenarían mar de Veracruz con cianuro.

En ese brillante trabajo informativo, el reconocido académico Eckart Boege coloca los puntos sobre las íes en torno a la criticada iniciativa canadiense para extraer oro en cientos de hectáreas pertenecientes a cinco cerros ubicados enfrente de Laguna Verde y a tres kilómetros de la playa, en los límites de los municipios de Actopan y Alto Lucero.

El científico pone énfasis en los graves peligros que representa ese desarrollo minero para los recursos naturales de la costa central del estado, entre ellos la desaparición de añejas cícadas que serían destruidas y la alta posibilidad de que años después, aparezcan residuos de cianuro en toda esa zona, poniendo en serio riesgo la vida de especies de tierra y marinas y de los propios habitantes.

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Y es que en ningún lugar del mundo hay minería a cielo abierto cerca de una planta nuclear, como en este caso.

Ejemplifica el entrevistado la minúscula cantidad de cianuro requerida para matar a una persona, y que es de alrededor de un gramo de esa sustancia que, de concretarse la extracción minera, sería utilizada en cantidades industriales. Al ser un proyecto a cielo abierto, ocasionaría que los productos químicos en uso, mezclados con la roca triturada o depositados en el suelo, estuvieran a disposición de fenómenos naturales como lluvias, ciclones u otros, ocasionando la segura contaminación de los mantos freáticos.

Se trata de minería tropical o subtropical—señaló—y el tema de los drenajes ácidos no está resuelto; podrían ir a dar a la localidad de Palma Sola. El desarrollo pretende remover con explosivos y uso de arsénico, cianuro y cianurados, un total de 136 millones de toneladas de tierra, donde sólo se obtendría medio gramo de oro por tonelada tratada. Se utilizarían 14 millones de litros de diesel, hasta 7 mil toneladas de explosivos y 7 mil 500 toneladas de cianuro, que se disolverían en 6 a 8 millones de metros cúbicos de agua.

Lo primero que se perdería sería la riqueza paisajística del sitio, acabando con el famoso santuario al que cada año llegan a guarecerse y reproducirse millones de aves migratorias desde Norteamérica. Lo segundo es la enorme cantidad de agua dulce, que no se sabe de qué río obtendrían (quizá el Actopan)

La ganancia es para las empresas mineras y los pasivos ambientales son para los veracruzanos, destaca con insistencia el académico.

Los veracruzanos debemos tener presente el daño ambiental sufrido en Jáltipan con motivo de la extracción de azufre que terminó a finales de los ochenta. Más de mil hectáreas se volvieron improductivas, y su deteriorado entorno contaminaba permanentemente a lagunas y esteros vecinos.

Durante el gobierno de Miguel Alemán se tuvieron que invertir 500 millones de pesos para contener con membranas especiales todo el material contaminado y mitigar el daño. En el tema social, cuando la empresa cerró, cientos de trabajadores del sur quedaron desempleados y sus tierras contaminadas sin poder aprovechar la pesca o cultivos de traspatio, debido a las numerosas sustancias venenosas en el ambiente.

Lo que afirma el investigador Eckart Boege en relación al proyecto minero en Alto Lucero y Actopan, no debe echarse en saco roto por unas cuantas monedas que se repartan en la zona para convencer a los inconformes. A largo plazo, resulta mayor el daño que los beneficios. Y no debe olvidarse que los inversionistas no viven en Veracruz.  No les interesa el costo ambiental.

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