Ante la ausencia de resultados positivos tangibles y al percatarnos de que los días se pierden en la nada, en Veracruz todo se reduce a vivir tiempos políticos. En el contexto estatal, las cosas se mueven sólo si abonan al objetivo supremo del yunismo: asegurar la sucesión gubernamental.

En el ámbito municipal, todo han sido mascaradas, comparsas, cantos, baile y parafernalia en torno al mejor hijo que ha nacido en tierras xalapeñas: el único que ha sido capaz de erigirle una estatua a su difunto padre en un área pública. Atrevimiento y sandez máxima, en una ciudad que alguna vez tuvo fama de culta.

Américo Zúñiga, creado y moldeado con ayuda de la forja peroteña, como alcalde de la capital del estado, ha podido utilizar vastos recursos en obra pública que mañosamente se atribuye como un personalísimo logro de alta política.

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En meses venideros caerá ese engaño y se corroborará el origen federal de esos recursos, y también, si fueron correctamente aplicados. Lo hará –según ha ofrecido– Hipólito Rodríguez, el morenista alcalde electo, y más que nada, el paso del tiempo, que no perdona las obras defectuosas y la mala calidad que inoportunamente truena los pavimentos.

Por otro lado, el montón de festivales de poca monta y mucho monto que organizó, comprobarán si fueron suficientes para subir a Américo a la senaduría. Pero esto será si en lo previo llega a contar con el respaldo de Osorio (como dicen sus apologistas), el de Pepe, o el de éste y Héctor al unísono.

Américo se puso a hacer obras sobre lo ya construido en el centro histórico; a colocar estorbosos postecitos en un intento para cambiar la fisonomía urbana, recordando el estilo victoriano de Elízabeth. En sus afanes de jolgorio y desenfreno interminables, también pudo habernos endilgado unas jornadas zuñiguianas. Quizá no lo puso en marcha porque le accionó la histeria su efebo club particular que se alimenta del agua y que será de lo primero que audite el próximo alcalde.

Américo ignoró temas como la creciente inseguridad en las colonias populares, y también, en los fraccionamientos de la zona de las Ánimas, que además pagan impuestos y servicios públicos caros. Durante casi cuatro años ignoró supinamente la solución digna y humana a los pobladores del asentamiento irregular de El Olmo, en el corazón de ese conglomerado. Cuando arreciaron las quejas de los acomodados vecinos por su inacción como alcalde, simplemente se lavó las manos y dejó que la policía mostrara la fuerza, sin ir al fondo del problema, como en otros penosos casos.

Américo zorrunamente puede iniciar el vuelo hacia el PRI estatal, pero será como el gran perdedor de todas las elecciones que hubo en Xalapa durante su reinado de la fiesta y las luces. Porque, qué garantía hay en él, de proporcionar un liderazgo reconstructor como el que necesita el partido. Ninguno, porque nada tiene.

Américo puede llegar al partido si se piensa que es un personaje de altos vuelos y alta escuela que apoye al candidato a la gubernatura. Que le aporte algo, es muy dudoso que ocurra. Será como aquel que va a la universidad todos los días y no alcanza nunca una carrera o un título profesional. Su futuro mediato le depara dos cosas: el senado (si es fuerte su poder de seducción) o quedarse sin nada.

En lo próximo, como en la lucha libre, la máscara de Américo caerá.

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