La debacle nacional de este siglo-que muchos mexicanos narrarán a sus hijos- no fue iniciada por López Obrador, como muchos afirman. El desastre comenzó cuando el poderoso grupo Atlacomulco impuso a Enrique Peña Nieto como candidato presidencial, utilizando las malas artes de su arsenal para obligar a la nomenclatura priista a darle apoyo.
Miguel Alemán Velasco y otros importantes personajes del sistema, seguramente en sus memorias, desvelarán las diferentes maneras en que, por la vía del chantaje o la amenaza, fueron forzados a aceptar y respaldar como candidato a la presidencia, a aquel superficial y copetudo gobernador que ganó la presidencia para hacer y deshacer y, que seis años después, se convertiría en uno de los principales apoyadores del tabasqueño.
Hasta podría decirse, como consuelo de los tarugos, que el Atlacomulco Power sufre aquella célebre sentencia de que “en el pecado llevan la penitencia”. La soberbia terminó por destruirlos en lo político, tal como ocurrió con Salinas de Gortari en 1994.
Ayer hubo elecciones en EDOMEX y Coahuila. Los resultados electorales ya los conocemos, y sumando el total de votos de las urnas, se confirmará la radicalizada división que vive el país.
Pero lo que se sigue comprobando con el obradorismo, es que México está dividido de manera altamente peligrosa y que en este momento nos encontramos en el fatídico año en que la lucha política se convertirá en guerra con muertos contantes y sonantes a causa de la sucesión que AMLO trata de asegurar al costo que sea y con los apoyos que pueda conseguir, así sean non sanctos.
Exactamente en un año, estaremos conociendo los resultados oficiales de la elección del 2 de junio de 2024. Los ciudadanos que apoyan al obradorismo, estarán festejando o maldiciendo. Y los que no quieran nada con el partido Morena, si se convierten en vencedores de los comicios federales, estarán pensando en los altos costos de la reconstrucción que el país necesite.
El escenario de inseguridad y ausencia de garantías para la sociedad, incrementada por las mermas que este gobierno ha hecho al INE y a las instituciones autónomas, el territorio libre para las bandas criminales que se percibe, y los constantes apagones eléctricos que con oscura estrategia, programa la CFE de Bartlett, a quien una vez se le cayó el sistema, auguran días funestos para la sociedad que cree en la democracia y que, desde ahora, decide no votar por las fórmulas morenistas en todo el país.
Juntemos esos cuatro factores en las casillas electorales, y podremos visualizar malos augurios para ese día D electoral. Este es el gran riesgo el 2 de junio de 2024: el surgimiento de ambientes riesgosos o de peligro, el aumento de mapaches en distritos y casillas, la aparición de problemas en la movilización electoral y el caos en el registro y cómputo y en el cuidado y traslado de urnas, votos y actas.
Obligado por la frialdad de las estadísticas oficiales, López Obrador acaba de reconocer que su gobierno es el que registra el mayor número de asesinatos en la historia. Y si se piensa bien en lo que significa esa afirmación desde Palacio Nacional, podremos creer que tal reconocimiento lleva implícito un aviso de inseguridad para los opositores y para sus familias o propiedades, y que el hombre acepta zorrunamente que está rebasado por la delincuencia.
La dosis de cinismo obradorista por los miles de muertos, respaldado en redes sociales por las masas morenistas, contiene en sí misma una virtual dosis de amenaza para opositores. Eso queda claro. No se garantiza la seguridad para nadie, y todo es culpa de los anteriores, como él reitera irresponsablemente.
En resumidas cuentas, la lucha de 2024 será entre aquellos que ahora observan un país progresista de la mano de AMLO, por un lado, y por el otro, el país formado con todos los demás que observan que México se cae en pedazos y que todo ese “progreso” con datos prefabricados, simplemente se traduce en hacer pasar por bueno el acto de entregar dinero en efectivo, pero un dinero que todavía no produce el país, y que está corrompiendo la moral y acabando con la riqueza nacional en todas sus formas.
El dos de junio de 2024 será un punto de inflexión para los mexicanos. El problema principal es que hay dos cristales para mirar. Esa es la verdadera desgracia. No es ningún progreso el hecho de que la mitad de la población esté y continúe en la oscuridad que le conviene al obradorismo.