El día de hoy el estado de Veracruz despertó con la noticia del brutal asesinato de dos indefensas mujeres en el municipio de Cosoleacaque. En horas de la madrugada un grupo de delincuentes irrumpió en la vivienda de la abogada Gladys Merlín y de su hija Karla Enríquez Merlín para quitarles la vida, hiriendo antes a un vigilante que resguardaba la propiedad.

Más tarde los medios de comunicación especulaban que el hecho criminal podría tener implicaciones políticas debido a que la joven Enríquez Merlín era precandidata a la presidencia municipal por el partido Morena. 

Al medio día el gobernador del estado informaba que se tenían líneas de investigación asegurando que en Veracruz sí se resuelven los crímenes políticos. Sin embargo, la reiteración de delitos de esta naturaleza, parece indicar que el estado ha caído en un periodo de ingobernabilidad y que la impunidad crece con la rapidez en que avanza un sexenio sin logros suficientes.

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Este año Veracruz muestra que la criminalidad sigue incontenible. Apenas el sábado anterior en una casa de seguridad de Tlapacoyan se encontraron los restos de Miguel Vázquez Martínez, un reconocido activista ambiental que desapareció en octubre pasado. Un día antes fue asesinado Gilberto Ortiz Parra, el candidato morenista a alcalde de Úrsulo Galván.

Horas antes el Observatorio Universitario de Violencia contra las Mujeres había informado que en enero desaparecieron 51 mujeres en el estado, destacando que en el año previo desaparecieron 280.

Pero los asesinatos por motivos políticos y contra activistas sociales, se dan constante y paralelamente a los delitos del fuero común y las balaceras o crímenes de las bandas delincuenciales que asolan el territorio y que enlutan a la población.

En el periodo cuitlahuista, iniciado en diciembre de 2018, han sido muy notorios los siguientes crímenes: en noviembre de 2019 asesinaron en su rancho en Medellín al ganadero y diputado local priista Juan Carlos Molina Palacios. Al mes siguiente asesinaron a los exalcaldes de Paso del Macho y Omealca, los señores Rafael Pacheco Molina y Pedro Muñoz Almora. 

En abril de 2020 fue asesinado a tiros el ambientalista Adán Vez Lira, un activista en contra de las minas de Actopan y Alto Lucero y protector del medio ambiente, las aves y humedales de la laguna de La Mancha. 

En noviembre de ese año fue secuestrada y asesinada Florisel Ríos Delfín, la alcaldesa de Jamapa. Días después ya en diciembre fue asesinado Domingo Panzo Tecpile, aspirante del partido Movimiento Ciudadano a la diputación local por Zongolica.     

Diez crímenes recientes con implicaciones políticas o ambientales que aguardan resultados del gobierno estatal y que esperan la justicia pronta y expedita que ofrecen las leyes pero que no atienden con denuedo las autoridades.

Un caso que ha trascendido a nivel internacional es el de Miguel Vázquez Martínez, el activista ambiental de Tlapacoyan y opositor a la construcción de hidroeléctricas en el Río Bobos. Cuando desapareció en un supuesto secuestro en octubre pasado, los familiares acudieron a la Fiscalía, aceptando la instrucción de no hacer ruido y esperaron resultados de las autoridades. Todo fue en vano, los delincuentes disminuyeron el monto del rescate a 50 mil pesos e incluso preguntaron sobre los medicamentos de diabetes que utilizaba el retenido. Pero pasaron las semanas y el sábado anterior lo encontraron en una fosa de cadáveres en ese municipio y el domingo lo sepultaron, concluyendo los interesados en que el móvil no era económico, sino que fue una calculada medida extrema para silenciarlo en su lucha. 

Por ello, los ambientalistas indignados en voz de sus representantes estatales de LAVIDA, afirman que ni la presión y amenazas constantes de los intereses económicos tras esos proyectos constructivos, podrán hacer que el miedo permee a los defensores de la naturaleza y los inmovilice. “No van a bajarnos”, sostienen con valentía.  

Zigmunt Bauman, el gran sociólogo polaco del siglo XX teorizó sobre la decadencia del Estado y la modernidad líquida, el amor y los tiempos líquidos. Debemos entender que vivimos una época en que todo se ha vuelto líquido y volátil y que como simple líquido se nos escapa entre los dedos, mientras el miedo es cada vez más sólido. Según el también filósofo, la sociedad contemporánea va de una fase sólida a una fase líquida ante la imposibilidad de asumir los volátiles cambios de las realidades sociales con instituciones rotas e incapaces de evitar el divorcio entre el poder y la política.

La incertidumbre y el temor es lo cotidiano en Veracruz y en el país. Pero lo peor es tener a gobernantes ciegos, irresponsables y timoratos.

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