José Antonio Flores Vargas

Lo peor que puede pasarle a una sociedad es la inacción. Y pareciera que esto es lo que le sucede a Veracruz en los años recientes, especialmente en este 2016.

Los indicadores que se dan a conocer con frecuencia sobre esta entidad federativa, reflejan disminuciones en rubros relacionados con el bienestar y el progreso.

Caídas de la producción y el empleo, así como el crecimiento de la pobreza, entre otros aspectos negativos, reflejan la decadencia en que se encuentra el estado de Veracruz.

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Esta situación conduce a una baja moral de la sociedad. Un campo propicio para caer en un círculo vicioso, generador de mayores desgracias. Y es cuando uno se da cuenta cómo afectan las circunstancias que abonan a este estado de cosas.

Entre ellas, la falta de estatura que enseñan personajes que debieran poner ejemplo. Empezando por el ejecutivo federal, quien muestra una completa colección de deficiencias, que día a día van desvelando los medios de comunicación. El plagio de su tesis profesional, el departamento en Miami, la casa blanca y sus enésimas muestras de superficialidad e incongruencia, son casos palpables.

En lo cercano, el gobernador y su equipo de trabajo, acusados hasta el cansancio por corrupción, negligencia e incapacidad. Las instancias fiscalizadoras locales, denunciadas por simulación y hasta por trabajar al margen de la Ley. Como si no fuera suficiente, en diversas áreas importantes, un grupo de servidores públicos, han sido señalados por carecer de cédula profesional para realizar la función para la que fueron nombrados.

La contracción de la economía estatal, debido la crisis petrolera y a la disminución de las remesas de los migrantes, es otro gran problema. A esta situación, deben agregarse los fuertes pasivos que tiene el gobierno del estado con amplios sectores productivos y comerciales, a quienes les adeuda miles de millones de pesos, al decir de varios investigadores de los temas económicos de Veracruz.

La ausencia de obra pública, programas de apoyo y políticas de fomento, que impiden la reactivación de la economía en las regiones del estado, es otro factor desfavorable, junto con la vulnerabilidad del sistema estatal de pensiones, al que están inscritos miles de veracruzanos jubilados y pensionados que sufren cada fin de mes con el retraso de sus pagos.

Pero el problema principal de Veracruz, es la terrible inseguridad pública, que todos los días presenta su peor cara a una sociedad cada vez más indefensa. Ciudades como Poza Rica, Córdoba, Orizaba, Veracruz, Xalapa y Coatzacoalcos y muchas pequeñas poblaciones rurales, están en manos de la delincuencia organizada que campea a sus anchas, sin que exista institución alguna que la enfrente de manera eficaz.

Estas circunstancias constituyen un coctel venenoso y explosivo, que mina la confianza, el interés en producir y la esperanza en mejores tiempos. Es el causante de la inactividad que incrementa el peligro de que el estado de Veracruz acabe totalmente destruido. Ante esto, es importante no perder el norte y tomar fuerzas de donde sea para caminar y construir en el territorio que todavía no se convierte en páramo desolado. Con todo y el riesgo de avanzar sobre terreno minado.

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