Todo iba de maravilla en el escenario morenista de la cuarta transformación, hasta que el presidente electo hizo gala de la chistera verbal y nos sacó a relucir la bancarrota nacional. A nadie le dio gusto la palabra y López Obrador tuvo que explicar detenidamente a que se había referido cuando usó ese término.

En realidad, para muchos mexicanos, y desde diversos puntos de vista, lo que dijo Andrés Manuel sí está ocurriendo. No dijo mentiras. Y más, si lo vemos tras el cristal del retraso social y la pobreza extrema, de la deuda pública superior a los diez billones de pesos, de la interminable delincuencia en todo el territorio y de los cientos de miles de muertos y desaparecidos.

Pero la palabra bancarrota acá en Veracruz, a como sonó en los labios de AMLO, hizo recordar al gobernador anterior y también al actual.

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Javier Duarte nos hizo grande y problemática la deuda que recibió de Fidel Herrera, y al final la dejó en tamaño estratosférico. También hizo latente y patente la pobreza veracruzana del 2011, y nos endilgó un electorero programa Adelante, que al final sólo sirvió para hacer circo distractor, para hacer más grande la deuda y para que se enriquecieran ignominiosamente su familia y algunos personajes de la zona de Córdoba y del sur de Veracruz. La pobreza siguió creciendo imperturbable.

Cuando llegó Yunes Linares a la candidatura a la gubernatura, qué fue lo que vendió al electorado: recordemos que hablaba de un estado en crisis total, súper endeudado con los bancos, con un equipo saliente formado por ladrones, con un enorme número de pobres, y con deudas inmensas con alcaldes, con la universidad y con cientos de proveedores.

Yunes está a dos meses y días de irse por la puerta de atrás y con la cola entre las patas. Qué es lo que le deja al estado: mayor deuda que la que encontró, cero resultados sociales positivos, minúsculos pagos a sus empresarios favoritos y dos o tres obras públicas.

Esto quiere decir que los dos gobernantes utilizaron como pretexto la pobreza, la enorme deuda, la crisis y todos los males, para no hacer absolutamente nada en favor de la población. En ambos casos, se descubre que los únicos beneficiados fueron sus camarillas, la de Duarte y la de Yunes. Avances nulos y descrédito total.

Por esa razón, hablar ahora de bancarrota, hace pensar que los que entran al gobierno federal, pueden estar repitiéndonos la dosis del argumento crítico, por si fallan en los seis años que vienen, por si no hacen nada, y por si no cumplen con la sociedad que los eligió. Porque—dirá o calculará el inventor de la estrategia—, qué es lo que se le puede reclamar a un gobernante que no hizo nada, si previamente todo mundo sabía que tomó un país destrozado, en crisis total y “en bancarrota”.

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