Conforme han pasado los años, el veracruzano Dante Delgado ha podido mostrar que sabe moverse en los cambiantes e inestables terrenos de la política. Hasta hace algunos meses enseñó valores de congruencia y pragmatismo que, a veces más y a veces menos, le llevaron a un reconocimiento nacional. Incluso, hace pocos meses se colocó en las alturas cuando empezó a impulsar con Miguel Mancera y otros, lo que se llamó El Cuarto Polo.

Pero el asunto y la imagen de Dante cambiaron, cuando ese Cuarto Polo empezó a oler a cloaca, para convertirse en un frente “ciudadano” que finalmente terminó en un frente formado por tres partidos -el PAN, el PRD y el MC-, donde lo ciudadano y la democracia que esgrimieron para efectos mediáticos, quedaron sepultados debajo de la conveniencia personal y la imposición autoritaria del que puede más.

Así surgió el pomposo Por México al frente, que con uñas y dientes defienden Dante Delgado, Alejandra Barrales, y más que nadie, Ricardo Anaya, el famoso joven maravilla, que a toda costa y por sobre todos los que tengan que caer, es precandidato a la presidencia de la república.

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Esta semana, inopinadamente y contra lo que todo mundo pensaba en Veracruz, en el sentido de que Dante se la había llevado por lo lisito, en el tema de su cuestionada y olvidada gestión como gobernador interino, que años después de su salida lo llevó a la cárcel por 15 meses, el hombre de triste memoria se viene a convertir en el señor tarabilla, repitiendo e insistiendo en su inocencia sobre lo que un “indolente y pequeño” Ernesto Zedillo le descubrió y castigó, convirtiéndolo en un “preso político”.

Y entonces viene la pregunta, ante la reiteración de una inocencia que nadie le pedía, porque acá todos saben qué es lo que realmente sucedió y que además, el asunto estaba solidariamente zanjado, sin más y sin menos.

O es que había una vieja inquietud, lo que movió un mecanismo de defensa en la personalidad del alvaradeño. Pudiera ser que en Veracruz ya lo habían perdonado, pero en el interior profundo del sufrido personaje había todo un “infierno de Dante”, que el hombre quería abandonar de una vez por todas, y por eso su firme insistencia en venir a decir a los incrédulos que él era y es inocente de toda culpa.

Pero los veracruzanos y su terca memoria no olvidan cuando Dante quiso deshacer el prestigio de una publicación nacional que en ese entonces narraba los hechos en torno a aquellos ilícitos que no pudieron irse al fondo del río, cubiertos de miles de toneladas de cemento.

En esa ocasión, un culto periodista veracruzano le aconsejó que mejor dejara el asunto, que evitara alegar y que lo olvidara. Cuando el insistente Dante llegó al Distrito Federal con su montón de cajas de papeles, empecinado en demostrar su inocencia, el célebre director del medio le dijo al exmandatario jarocho: “Mire Dante, nuestra publicación hace periodismo de investigación y nosotros tenemos bien claro que el cemento que su gobierno compró para pavimentar Veracruz, salió de una empresa que es propiedad de usted. A mí no tiene que aclararme nada”.

21 años después, como dice Dante, su caso se parece al pleito entre el periódico El Universal y Ricardo Anaya, donde uno ya demostró con pruebas las acusaciones de enriquecimiento inexplicable, y el otro ya fue a los tribunales a alegar los aspectos jurídicos que le favorecen.

Al final del día, lo jurídico puede ser cierto, pero si está construido con elementos moral y políticamente incorrectos, es igual de lamentable y de cuestionable.

Ricardo y Dante -¡qué penosa coincidencia!- forman por ahora un indestructible y límpido binomio: un binomio impoluto. Un joven maravilla, junto a un señor y su cansina tarabilla.

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