José Antonio Flores Vargas

Desde hace mucho tiempo los partidos políticos han dejado de representar a los ciudadanos. Conforme pasan los años, la sensación de corrupción generalizada, propicia la desconfianza y la indignación social. El divorcio entre esas instituciones y la sociedad hace mayor el distanciamiento. La incongruencia y falta de credibilidad que los caracteriza, debería conducir a su urgente transformación.

La época electoral que se vive en Veracruz refleja fielmente lo anterior. Los ciudadanos se sienten secuestrados por las organizaciones que monopolizan el poder, mismas que han controlado organismos autónomos, los poderes legislativo y judicial, y las más altas instituciones del Estado.

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Entre las instituciones mexicanas con los mayores índices de percepción de corrupción, están los partidos políticos, quienes están calificados como los más corruptos. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), dice que el 91% de la población no cree en los partidos políticos, seguido de la policía (90%), los funcionarios públicos (87%), el poder legislativo (83%), y el poder judicial (80%).

La postulación de Gerardo Buganza Salmerón, en la posición número uno de la lista de candidatos a diputados plurinominales, presentada por el partido Verde, no sólo es un acto de cinismo. Es la demostración de que el ex candidato independiente, es un hombre con doble moral y que el Verde Ecologista es la roña política de este país. Confirma la apreciación social sobre los partidos, reflejada en el estudio del IMCO.

Si en algún momento se creía que era necesario un mayor equilibrio de poder entre los partidos y la sociedad, la decisión de incluir a Buganza, muestra que realmente estamos muy lejos de ello. Los partidos políticos están ignorando la clara situación de rechazo que existe en la sociedad.

Los ciudadanos están activos y han venido exigiendo al gobierno y a los institutos políticos, actuaciones congruentes e inequívocas por la transparencia y contra la corrupción. Pero dado que en esos clubes políticos son incapaces de llegar a un pacto o compromiso colectivo contra la corrupción, la sociedad comenzará a cobrar las facturas.

Por ahora, se vislumbra un panorama complejo para los que ofrecen mejorar la entidad. No han querido entender, o de plano no entienden, que las nuevas formas de gobernar requieren de otra manera de hacer política y eso depende en gran medida de los propios partidos.

La sonante y discursiva palabra pluralismo se encuentra encajonada. Las oportunidades no se presentan en igualdad de circunstancias para quienes aspiran a un puesto de elección popular. Sin mérito de ninguna naturaleza, Gerardo Buganza estará sentado en la próxima legislatura del Congreso Veracruzano como diputado indecente.

Por lo que se ve, se empiezan a dibujar los desafíos a los que nos aboca el nuevo escenario. Nuestros próximos representantes no gobernarán atendiendo el bien común. Desde ahora prefirieron las prácticas corruptas para obtener bondades intrínsecas. Un lastre adicional que hace más grandes los costos económicos, políticos y sociales que padece Veracruz.

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