Tenemos que reconocer que es una palabra con muchas acepciones. El diccionario de la lengua española nos dice que “cachucha” es un bote o lancha pequeña; o una especie de gorra; o un baile popular de Andalucía, en compás ternario y con castañuelas, o también la canción o tañido de este baile. En Chile, cuando alguien da un golpe con la mano abierta, se dice que dio un cachuchazo.

En otros lugares, ese término refiere a un cambio de línea política o de lealtades. Un cachucho, es el hueco en que se mete cada flecha en la aljaba; un pez escarlata, frecuente en el Atlántico oriental, y también una pequeña medida de aceite.

En Veracruz utilizamos más el significado relacionado con una gorra en la cabeza. Pero también nos “ponemos la cachucha” para manifestar la preferencia por un político o por un equipo deportivo o de trabajo, en la búsqueda de un objetivo.

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Y puede decirse que gracias a la política, ese término está de moda, no por sus acepciones, sino porque todo mundo puede ya estar portando una cachucha con el mismo apellido, referido a cuatro personas distintas. Puede haber cachuchas del Yunes gobernador, del Yunes alcalde que quiere ser gobernador, la de Héctor, en su segundo intento por la grande, y la de Pepe, el peroteño senador que puede ser el candidato del PRI a gobernador en 2018.

Pero para desgracia de los cuatro personajes mencionados, el apellido Yunes está entrando a un periodo de desgaste y de hartazgo. Desgaste y hartazgo que pueden llevar a incredulidad y a disminuir su posibilidad de éxito en una contienda electoral el próximo año.

A muchos ya resulta molesto. Porque, pareciera que en Veracruz, todo mundo tuviera que pertenecer al universo Yunes, en cualquiera de esas cuatro dimensiones políticas.

La prueba de esta situación, la están dando las reacciones de la gente en torno a este apellido y a todo lo que les rodea. Y parece que el punto que hizo crecer el desgano de la gente, fue el momento en que Héctor –el senador impoluto- reinició su lucha por llegar a la gubernatura.

Su segundo despegue, provocó el incremento de infortunadas menciones periodísticas y en redes sociales, con su fuerte carga de crítica, recordando un PP (Pacto Patito) con Pepe.

Al gobernador Yunes Linares, tampoco le tratan bien los medios y las redes. Particularmente, los eventos climatológicos no le han resultado favorables. Así como el súperhuracán Irma desapareció el mar en zonas de Bahamas y Florida, los tiempos tempestuosos jarochos pueden llevar a que ocurra lo mismo en Veracruz y Boca del Río. Que durante su atribulada gestión, hasta el mar se acabe y sequen esos lares.

Para Miguel Ángel Yunes Márquez, el celebérrimo alcalde de Boca del Río, también estos días han sido de supremo terror mediático. Tres alegres compadres de su cuadra, que ya investiga y cuadra la Fiscalía, decidieron usar su intención y sus colores, aprovecharon las tragedias del clima y del sismo del jueves pasado, para entregar unas despensas con galletas de animalitos e invitar a la población afectada a unirse a esa iniciativa política con la facilona y superficial frase de ¡Yúnete!

Pero también el senador José Francisco Yunes Zorrilla, aparente puntero en la batalla priista por la gubernatura, ha ocupado las ocho columnas estos días. Primero, por la escandalosa zarandeada de la licuadora de los recursos públicos de Veracruz, que ni él, ni nadie, aclararon. Después, por su aventura publicitaria en favor de Liverpool, que sólo benefició a esa empresa, mientras que a él provocaron un mal desayuno y una peor digestión, a causa de que a alguno de los desocupados del palacio, se le ocurrió difundir su encuentro con el alcalde Américo Zúñiga, tres periodistas y un acomedido comensal.

Lo grave de todo esto, es que apenas estamos cruzando el mes patrio y faltan muchos meses para la madre de las elecciones en 2018. Es posible que la alta exposición y los sainetes yunísticos, pudieran estar generando un aburrimiento en la población. Y que el desgaste venza al gasto. Que hartos de los mismos y de lo mismo, los veracruzanos den el cachuchazo y decidan mirar a otro lado.

A menos de un año para las próximas elecciones, la gente todavía tiene tiempo para meditar que cachucha usará, aunque después sólo sirva de adorno.

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