José Antonio Flores Vargas

Hechos tan importantes como son las denuncias de instituciones federales contra un gobernador o sus funcionarios principales, debieran ser motivo suficiente para que la sociedad crea más en la primera autoridad del país donde esto ocurra.

Cuando menos, el sentido común y la lógica, así lo indican. Sin embargo, en México, y durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, el Caso Javier Duarte, y su evolución desde el mes de enero en que salió a la luz nacional, puede afirmarse que la figura presidencial no ha mejorado su imagen. El índice de credibilidad y de aceptación del primer mandatario, no ha superado sus habituales bajos niveles.

Tal vez la lentitud con que se han tomado las decisiones en las distintas instancias sea lo que no funcione. Pero también, pudiera deberse al tufo que envuelve este asunto.

Algo falta, algo no cuadra, es lo dice la gente. O quizás, algo sobra: el exceso de seguridad que durante estos meses mostró Duarte; su soberbia y su prepotencia, cargadas de cinismo.

En efecto, en este conteo de hechos y de circunstancias, algo sigue faltando. Como que en la cadena falta el eslabón que explique todo. Y aquí es cuando llegamos a las últimas fechas en que Duarte salió al público y dio la cara.

Buscando explicaciones o complementos informativos, llegamos a su cuenta de Twitter y al tuit defensivo que escribió la mañana del 27 de julio anterior: “Celebro que PGR participe en la investigación derivada de la ridícula denuncia que presentó en mi contra M. Yunes. La verdad nos hará libres”.

En la última frase del tuit, pareciera que trató de engañarnos con la verdad. Acaso la verdad, que bien conoce Duarte, “su verdad”, fue lo que sentía que le podía garantizar la impunidad en esos días. O acaso, la frase indica otras cosas. Otras, como el hecho de que la frase “La verdad nos hará libres”, es el lema de la Universidad Iberoamericana, donde él estudió la licenciatura en derecho.

Y esa universidad puede llevarnos al eslabón que pudiera explicar muchas cosas. Ahora sabemos que en la misma época estudiaron allí Javier Duarte, Karime Macías, su prestanombres Moisés Mansur Cisneyros, Fernando Charleston, uno de sus cinco secretarios de Finanzas, y también, un importante personaje, cuya oficina se ubica junto a la del Presidente de la República.

Ese personaje es José Humberto Castillejos Cervantes, el Consejero Jurídico de la Presidencia. Un joven de 40 años, que fue Diputado local en el Estado de México, postulado por el PVEM y Coordinador de Asesores en la PGR, siendo procurador Eduardo Medina Mora.

Castillejos Cervantes, a su paso por la Universidad Iberoamericana, bien pudo establecer contacto con los veracruzanos mencionados, ahora vinculados al robo de las arcas veracruzanas.

Él es uno de los hombres más cercanos e influyentes del Presidente Enrique Peña Nieto. Se dice que ha intervenido en la designación de varios funcionarios y que algunas de las reformas estructurales del gobierno federal han pasado por sus manos; casualmente fue un fuerte promotor de la ley de Extinción de Dominio, que podría facilitarle las cosas a Duarte.

Y es que la seguridad mostrada por Duarte, después de la derrota electoral de junio, puede obedecer no solamente al supuesto apoyo por mas de 2 mil 500 millones para favorecer la campaña de Peña Nieto, sino a una cercanía bien labrada con Castillejos Cervantes, quien pudo tender un cerco de protección en favor del prófugo gobernador.

La influencia de Castillejos pudo impedir en su momento que Javier Duarte pidiera licencia a su cargo, a pesar de las sugerencias del entonces presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones y de la investigación que ordenó al SAT el ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray.

Si Javier Duarte está preparando su defensa jurídica, como señalan varios medios, será interesante conocer qué despacho jurídico se va a enfrentar a las imputaciones del SAT contra el ex gobernador. Tendrá que ser un despacho de abogados bien relacionado con el Procurador General de la República (y primo de Castillejos) y que además, esté vacunado contra los embates del brazo ejecutor de Hacienda.

Quienes vayan a defender a Duarte, deberán tener muchas conexiones en los más altos niveles, porque las evidencias y acusaciones en contra de él no son cosa sencilla; por ejemplo, gente de la talla del reconocido penalista Juan Velázquez, con fama de que nunca ha acusado a nadie.

Será acaso José Humberto Castillejos Cervantes, el más fuerte eslabón que permita entender la lentitud con que camina el Caso Duarte. Aunque en este asunto, debemos aceptar una verdad incuestionable: encontrar el eslabón perdido, no siempre alcanza para completar la cadena.

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