A un año de haberse creado el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), el sábado próximo en el juzgado federal que lleva el caso Javier Duarte, podremos constatar si este ansiado esquema que busca acabar con la corrupción y la impunidad nacional, puede pasar la primera y más importante prueba de sus tiempos iniciales.

Nos referimos a la prueba del ácido. Hacer la prueba del ácido, es una frase a la que solemos acudir cuando queremos probar si algún hecho, circunstancia, proyecto o persona, cumple con determinados requisitos de concordancia, de veracidad o similares, acordes a nuestros objetivos e intereses. Esta frase y esta prueba son usadas en escenarios bancarios y financieros y en aspectos y temas de fiscalización, donde también se le conoce como índice de solvencia inmediata. Cuando falla la prueba del ácido, falla todo el sistema, sea cual fuere su naturaleza.

El sábado que viene en la capital del país, veremos si cuadra a Javier Duarte, a los veracruzanos, al juez encargado y a los mexicanos, este urgente e imprescindible esquema anticorrupción. Y en realidad, estaremos expectantes, después de que en la primera audiencia del lunes anterior, el juez federal que tuvo enfrente a Duarte y a los fiscales de la PGR, soltó un balde de agua fría y señaló que las cuentas que ellos manifestaban en su lista de acusaciones, en esa primera escaramuza, sencillamente a él no le cuadraban.

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Al ver el nerviosismo de los fiscales, de inmediato, muchos analistas críticos y periodistas empezaron a cuestionar la transparencia del proceso legal, y fundamentalmente, la vigencia y pertinencia del todavía incompleto y casi sin dientes SNA. Al día de hoy, todo mundo coincide en que el caso Javier Duarte sirve a la perfección para conocer los alcances y eficacia del dichoso sistema anticorrupción.

El país, el estado de Veracruz, que es el afectado financieramente por las rapacerías del exmandatario, la sociedad en general, y sobre todo la credibilidad que queda en nuestras instituciones públicas, no están en condiciones de resistir un macanazo demoledor como el hecho de que desde las alturas de la política nacional, se decida absolver al exgobernador veracruzano, a causa de descuidos estratégicos e imperfecciones en los procedimientos, como ya señalan varios expertos.

Una burla como la que varios ya dibujan en el escenario de la impunidad, con Javier Duarte como protagonista perdonado, sería el camino al sepulcro para el SNA, y para la camada de gobernantes actuales y el PRI, su partido político.

Esperemos que los fiscales de la Procuraduría General de la República hagan la tarea, que estudien el caso y las pruebas presentadas y ante el juez, no titubeen y con aplomo defiendan su honorabilidad, la credibilidad que conserva la sociedad burlada, y simplemente actúen cumpliendo a cabalidad con lo que señalan las leyes.

Necesitamos que la ley no se cuadre ante la impunidad y la corrupción. Que cuadren las cuentas de lo robado en Veracruz y que cuadre el Sistema Nacional Anticorrupción. Lo más importante ahora es que nuestras instituciones demuestren que hay un verdadero interés por combatir la impunidad si es que quieren deshacer la corrupción.

México no está para sorpresas y socavamientos adicionales.

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