La tormenta Franklin que está por alcanzar al estado de Veracruz, mantiene en alerta a la población cercana a sierras, ríos y costa. Y aunque está acostumbrada a estos fenómenos climatológicos, la gente está más preocupada debido a la crítica situación económica que sufre desde hace algunos años.

Si bien es cierto que los habitantes de esas zonas ya no se asustan mucho durante las temporadas de ciclones, debemos tener conciencia de que su economía se estanca y de que empobrecen más con cada uno de esos eventos.

La gente no olvida a las tormentas y huracanes que además de lluvia, inundaciones y deslaves, les han llevado tragedia y pobreza desde hace varias décadas.

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Las mayores pérdidas sucedieron durante el año de 1955, cuando ocurrieron tres ciclones. Primero Gladys, que inundó la huasteca veracruzana. Días después, el ciclón Hilda arrasó la ciudad de Tampico y el norte de Veracruz. Sin embargo, lo peor vino unos días más tarde. El 27 de septiembre el centro veracruzano resintió a Janet, al que particularmente recuerdan en Tuxpan, Misantla y en toda la cuenca del Río Actopan, donde el volumen del agua parecía un mar que además destruyó algunos vestigios arqueológicos.

Las lluvias e inundaciones de ese año sumaron más de 500 muertes en los estados del Golfo de México y el Caribe, de las cuales, alrededor de 300 sucedieron en la ciudad de Chetumal. Fue una tragedia nacional que no se olvida.

Otro evento de alta repercusión negativa para Veracruz se suscitó en 1999, cuando la depresión tropical número 11 quitó la vida a 124 personas y destruyó carreteras, puentes, edificios públicos y cerca de 25 mil viviendas, sumando daños multimillonarios y cinco años de reconstrucciones.

Por eso no es exagerado afirmar que son cientos o miles de millones de pesos los que se lleva el agua cada año durante la época de lluvias.

Y no hay manera de evitarlo, si consideramos que por el territorio de Veracruz pasa el 35 por ciento del agua que escurre en todo el país. Por ello, debemos reconocer que los habitantes de las cuencas hidrológicas, serán eternos damnificados, ya que allí tienen su forma de vida y no van a dejarla.

Año tras año la economía veracruzana debe destinar cuantiosos recursos para resarcir los bienes, siembras y ganado a los afectados y para reconstruir caminos, puentes, escuelas, clínicas, sistemas de agua y miles de viviendas dañadas por esos fenómenos.

Esto significa que lo que el agua se lleva cada año, equivale al progreso que no hemos alcanzado, es decir, el desarrollo económico del Estado y el bienestar social de varias generaciones de veracruzanos.

Si bien es cierto que existen apoyos federales, estos son limitados, parciales y a veces se vuelven simples paliativos debido a la compleja burocracia que cuesta destrabarlos.

Pero además del impacto emocional que tienen esos fenómenos en la población y de la tragedia que suele acompañarlos, hay otros daños colaterales, que a veces no se perciben.

Ante esos hechos trágicos, el pueblo afectado sólo espera socorro y ayuda económica o en especie. Ocupados en resolver sus urgencias, los damnificados no pueden percibir las segundas intenciones que esconden gestores o benefactores “diligentes y oportunistas” que durante esos salvamentos aparecen en medios de comunicación, portando calzado y vestimenta especial y hasta cargando a niños o ancianos.

Políticos de todos los colores, suelen aprovechar esta temporada para hacer campañas publicitarias y componer imágenes gastadas o deterioradas. En otras palabras, utilizan los desastres para llevar agua a su molino partidista. Si son gobernantes, también aprovechan estos eventos para gestionar recursos federales, que muchas veces llegan incompletos o no llegan a los damnificados. Eso sí, las fotografías y filmaciones del benefactor y de la desgracia pululan por doquier.

Hechos así han servido para hacer olvidar malos gobiernos o para construir plataformas rumbo a posiciones políticas.

Pero, mejor recemos para que este año, las tormentas y huracanes cambien de trayectoria o se disuelvan en el golfo sin afectar a la población.

Y que las insanas motivaciones políticas, también pasen de largo y se pierdan en el olvido.

Veracruz no necesita héroes, busca un estadista.

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