Descontando los días de veda electoral, que es un periodo de silencio de tres días previo a la jornada comicial, donde se acaban la publicidad, la promoción y todo lo que huela a partidos y candidatos, prácticamente quedan cien días para tratar de ganar a los oponentes y encumbrarse en el triunfo la noche del primero de julio próximo.

Una fiesta, una cena de negros o una jornada de cuchillos largos, se verificará ese día a la media noche en todas las poblaciones del territorio nacional, empezando por la capital del país y las capitales de los estados donde habrá cambio de gobernador.

En ese momento, unos festejarán el triunfo y otros llorarán la derrota. Unos se frotarán las manos y otros rumiarán las fallas, las canalladas y las traiciones.

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Y es paradójico que con la entrada de la primavera estemos entrando también al periodo de los cien días previos a la elección. Una etapa donde más excremento, lodo, mugre y pudrición conoceremos, en relación a los actores de la elección, que será la más complicada, la más corrompida y la más sucia. Nada más y nada menos que cien días de desprestigio para todos. Cien días color calabaza.

Se afirma lo anterior por las siguientes razones. Si se trata de hablar del presidente de la república, habrá que recordar los calificativos o epítetos sobre su gestión y su persona, mencionados allende las fronteras y en los idiomas más representativos del planeta. No hace falta abundar más a este respecto.

Si se trata de los gobernadores en funciones, o los exgobernadores presos o en fuga, estos dos años previos hemos conocido a los mayores exponentes de la corrupción en la historia del país, muchos del PRI, aunque también los hay del PAN y PRD.

Y si hablamos de los candidatos a la presidencia de la república, a las gubernaturas, a las senadurías y a las diputaciones federales y locales, las cosas no están tan blanquecinas o transparentes como debieran. Aunque nadie lo desee, hay trajes y suciedades de todos tamaños, manchas y olores incómodos.

En temas de corrupción, los meses previos se habló de Lozoya, de Elba Esther, del Napo y de Ricardo Anaya, por ejemplo. Estos días les tocó a los candidatos independientes, entre ellos un regio que salió muy bronco para las irregularidades. Otro que salió jaguar manchado en eso de las firmas y ficciones. La más librada, fue la auténtica y modosa señora Margarita Zavala, a quien por igual motivo quieren quitarle el derecho a aparecer en la boleta.

Pero el tema musical que acaba de conocer nuestro país, es el de La Niña Bien, quien reggetoneando desde oscuros orígenes invita a apoyar al Peje, temiendo en su canto que le quiten el Audi y los viajes a Vail. Y lo que son las cosas, pocos saben quién es esa comedida niña de la jet set que invita a seguir a “ya sabes quien”.

¿Será que en el caso del puntero de las encuestas, previendo las carretadas de desprestigio que pudieran venirle en los siguientes tres meses, decidió que en su campaña se refieran a él sólo como “ya sabes quien”, en lugar de mencionar su nombre? Puede esa circunstancia explicarlo, porque si ocurre, ese baño de lodo pudiera resultar molesto y perjudicial para los fines electorales, y por otro lado conviene, porque pareciera que el tabasqueño no quiere afianzar compromisos serios.

En torno a las argucias y estrategias para evitar desprestigios, crear confusión y salir adelante, la historia y la literatura han dejado muchas muestras.

En el siglo VIII antes de Cristo, el poeta Homero contó que Odiseo tardó diez años en regresar a Ítaca a causa de la furia del vengativo dios Poseidón.

En ese viaje de retorno, Odiseo decidió visitar la Isla de los Cíclopes, refugio de Polifemo, un imponente ogro barbudo que tenía un solo ojo en la frente y colmillos de sable. Después de comer sus quesos y su vino, y temiendo que el enojado gigante devorara a sus súbditos, Odiseo lo emborrachó y le enterró una lanza en el ojo. Cuando el herido preguntó quién lo había cegado, el héroe le dijo que había sido él y que se llamaba “Nadie”.

A base de argucias, los itacenses logran huir de Polifemo, mientras éste gritaba a los otros cíclopes que “Nadie lo había herido”.

Cuando Poseidón—el dios de los mares y padre del cíclope—se enteró del atrevimiento, causó terribles estragos a la expedición de los griegos con el fin de hacerlos perecer. No lo consiguió gracias a la intervención de otros dioses mitológicos, pero sí pudo demorar por mucho tiempo el retorno del rey a su palacio.

Volviendo a los tiempos nacionales, ningún mexicano podrá acusar engaño, si las expectativas sociales no se cumplen con López Obrador como presidente. Y sólo habría que recordar a Homero, cuando alguien pregunte: ¿Ya sabes quién te defraudó?

“Nadie me defraudó”, podría ser la respuesta.

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