El filósofo y matemático Pitágoras dejó un axioma para la posteridad: “el orden de los factores no altera el producto”. Por desgracia los temas de la exactitud y la verdad científica no son relevantes en las conferencias mañaneras del presidente de México. Por ejemplo, cuando el mandatario desliza los otros datos y cifras que gusta esgrimir junto a las verbalizaciones, mensajes, decisiones y distractores que saca todos los días de la manga o chistera como si fuese un circo.
La 4T (que nadie sabe qué es, como expresó Muñoz Ledo) y su jefe suelen mostrar el menosprecio y el desconocimiento de principios y leyes para dar estabilidad y evitar el caos nacional. Por eso diversos sectores de la sociedad viven momentos de preocupación.
Pero en el circo es vital no caerse, sobre todo los trapecistas y los equilibristas. Y que no se venga abajo la estructura que soporta todo el negocio. Tampoco lo desea el domador frente a un feroz tigre aparentemente domado. En el centro del espectáculo que se genera desde palacio, los distractores son los que abundan, incluso los payasos multicolores. Pero ese espectáculo de luces, estruendo y aplauso no dura mucho, es un encierro temporal de personas que cuando salen de la carpa circular se dedican a cosas más serias.
En México ese circo instaurado en 2018 por López Obrador se ha venido abajo poco a poco a través de los meses. Hasta que todo se derrumbó con la estrepitosa caída de dos vagones del metro de la capital del país a principios de este mes de mayo. El ejecutivo federal decidió irse por la ficción y encabezar su propia trama. En una total falta de respeto a los caídos y a sus deudos, comenzó a distraer a la sociedad de la forma acostumbrada, con otros datos y culpabilidades.
Primero fue una ignorante senadora a la que le movieron las neuronas y sugirió como causa un movimiento previo de la trabe del puente que cayó al suelo y que calló al palacio y a su distinguido huésped. La morenista dio una cátedra de imbecilidad, fuerte y feroz, en plan bárbaro, que demuestra el autoengaño sobre la realidad.
Después salió Claudia Sheinbaum con el diccionario de la Real Academia de la Lengua a decirnos que fue un incidente y no un accidente. Marcelo Ebrard, el exgobernante constructor de la línea 12 del Metro, fue más cerebral, porque en su control de daños inmediatamente se puso a disposición de las autoridades para las investigaciones de rigor.
Andrés Manuel, sin honrar la investidura presidencial que aconsejaba sensibilidad y solidaridad, mandó todo “al carajo” y se fue al sureste a supervisar sus obras y a honrar compungido al obrero que murió en el incendio de la refinería de Minatitlán semanas antes. Hasta un columnista acomedido comenzó a hablar de los colaboradores de Claudia y de Marcelo, para proponerlos como disciplinados chivos expiatorios.
Buena forma -pensaron los de casa- de librar a los principales prospectos sucesorios del morenismo: Sheinbaum y Ebrard. Recordando a unos pollitos de película, parece que Andrés Manuel ya tituló su obra cinematográfica como Gansitos en fuga, provocando que esa infantil escapada hiciera crecer decepción, repudio y rencor.
Y ante el distractor mayor, que fue una extraña y rapidísima denuncia del régimen contra dos candidatos a gobernador de Nuevo León (que encabezan las preferencias), salió, de nueva cuenta, el salvador de la patria cuatrotera, primate y mitotera, a hacer la jabonosa y burbujeante réplica a López Obrador: Dante Delgado, el de las nutridas cartas siempre en momentos de sisma o sismo, quien sacó desde su página de Facebook un casi convincente y viralizado “No nos van a joder”.
Pero el problema de fondo y alcance moral y legal sigue allí carcomiéndolo todo, a pocos kilómetros de palacio nacional: 26 muertos y más de setenta heridos por una obra mal construida y dejada sin mantenimiento por gente cercana a López Obrador: Carlos Slim (el de la empresa constructora), Marcelo Ebrard, Mario Delgado, Claudia Sheinbaum y Florencia Serranía, y por si faltara carne maciza para el sacrificio, desde el senado están midiendo si aún resulta mansito Miguel Mancera, el perredista sucesor de Marcelo en la Ciudad de México, a quien podrían cargarle las pesadas cuentas, solo por ser amarillo.
Lo cierto es que se le cayó el circo entero a López Obrador, quien se quedó callado y encallado buscando más distractores como el de Nuevo León, aunque lo acusen de injerencista en el proceso electoral. Ya se verá si Dante Delgado se confirma como el patriota del año y se lleva tras él a la jauría, o si adquiere un estandarte propio, independiente y con verdadero movimiento ciudadano.
El auténtico peligro para el tabasqueño que detesta a la Constitución, es que en el régimen morenista y en palacio nacional ya hay varios factores embozados y descubiertos que están bailando desordenados por intención o por desatención. Entonces, cuando la falsedad comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad.
Y no se dan cuenta que el problema de fondo es que entre todos están afectando y devaluando al único producto que venden: la 4T y la imborrable marca AMLO. La reflexión colectiva va indicando que el 7 de junio pueden comenzar a comprobar que el desorden de los factores sí alteró el producto.